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“El que te jedi”, o reflexiones pandémicas de un viernes por la mañana

Evitando nombrar -más por rabia que otra cosa- al coronavirus, nuestro colaborador Daniel Lecointre comparte sus reflexiones sobre la pandemia y los avatares de la cuarentena en el campo  

Daniel Lecointre, para ZonaCampo 

No estoy muy seguro de cómo encarar esta página en blanco. Confuso, tembloroso y a los tumbos hare estos renglones como los pasos desprolijos de un animal asustado.


Por primera vez en nuestra historia tenemos una causa en común. Hoy "todos" significa todos, nadie se puede esconder. Sentimos crujir el barco entero y no hay donde escaparse.

La palabra que estoy rondando y no quiero escribir es "miedo". Pero el miedo, ese viejo y sabio amigo del hombre, está puesto en nosotros para salvarnos. A los que ya están preocupados, no les hará ningún mal lo que escribo. No necesitan que nadie les cuente la crueldad de lo que se viene. No necesitamos imaginarlo,vemos todos los días lo que pasa en otros lares. Yo sé que es triste e inconveniente escribir esto, pero el que no teme no se cuida, y el que no se cuida…


Es tan brava esta peste que ya no podemos jugar el juego que más nos gusta, "violar las normas"el que lo hace es un suicida, pero un suicida raro, pues antes de colgarse reparte sogas y comparte su decisión con los demás. Quizá solo sean optimistas, pero a veces un optimista, es un pesimista mal informado. Por eso, en los lugares que está haciendo estragos ya no necesitan que nadie los reprima. El espanto los hizo meter debajo de la cama. De todas maneras, ahí va mi respeto sincero para los que aún no logran imaginar, o los que la desesperación económica los hace caminar sobre el campo minado.


Es tan rara la peste que ni el peor de los invasores nos hubiera hecho perder tantas cosas. No poder comer un asado con mi hijo. Perder la génesis, y la esencia del mate… hoy no se puede compartir. Aunque estamos en el mismo escuadrón no nos podemos abrazar. Tener que abandonar a los enfermos que amamos.


Uno conoce toros malos, capases de hacerte pasar por arriba del alambrado con caballo y todo, pero uno puede esquivarlo, o intuye cómo hay que encararlo. Este "coso" está siempre escondido, ¿pero dónde?... no se sabe si en un saludo, en una lata de tomates,en un picaporte, o en el aliento de un niño.


"El que te jedi"

Bicho raro… hijo de un ratón volador y de madre desconocida, aunque sospechada. Nacido con un complejo de culpa que lo hace inimputable, él dice: "yo no ataco a nadie, pero si me buscan me encuentran". Con semejante prosapia, muy bueno no podía salir. 


Esta espera en que estamos se parece a la madrugada de Maipú, cuando el general desde lo alto veía venir al enemigo. Sabían que para muchos era el último amanecer, pero al menos el enemigo tenía uniforme y bandera de otro color. O cuando un malón coronaba la loma y miles de gritos hacían erizar la piel, sabiendo que en un rato nomas los cuchillos buscarían las gargantas.


Tan modernos que nos sentíamos, y hemos tenido que retroceder mil quinientos años para usar la medicina de aquella época,"la cuarentena" y encarar una enfermedad sin tener el remedio. Solo nos falta consultar a los brujos.


Después de este terremoto en el alma, ojalá seamos mejores, y por fin ordenemos los estantes donde tenemos un montón de valores patas para arriba. Usamos palabras majestuosas para cosas insignificantes. Ya no a cualquiera se le dirá "héroe", ni un buen gambeteador será "Dios". Supongo que ya no amaremos "ídolos" políticos impresentables,ante los cuales tenemos que venderle el alma al diablo para poder defenderlos en público,tragarnos todos sus chanchullos. O ser cómplices, y entonces nos queda el alma al desnudo, al ver que yo también soy como ellos.


Siempre hemos tenido héroes de verdad en nuestra sociedad, pero a esos los destruimos sin piedad, nos desesperamos por encontrarles un defecto, hasta dejarlos bien tirados en el olvido…y ahí sí, estar como nos gusta, sospechando de todos, hasta quedarnos sin fe.


Ahora han aparecido (y van a aparecer muchos) unos hombres y mujeres que cada mañana se visten cuidadosamente con lo poco que la eterna corrupción les ha dejado. De lejos parecen apicultores exagerados. Saben que se pueden morir y desamparar a sus hijos, pero no se detienen. Quizá se hagan a escondidas una señal de la cruz. Empujan las puertas con el hombro y se acercan a nuestra cama, a nuestra ahogada desesperación, para salvarnos de esta peste.Sin esquivarnos, sin alejarse de nuestra peligrosa compañía. El "que te jedi" es un malevo muy mentado y lo tenemos que encarar con un cuchillo de trapo.


Les digo "héroes" por el coraje, por el compromiso moral, hoy puesto a prueba. Porque podrían renunciar o dar parte de enfermos. Son los "sargentos Cabral" de hoy. Si ellos no fueran al frente, donde nadie quiere ir, nos moriríamos todos… yo al menos no me animaría. Solo rezo un Padre Nuestro para los que ya se llevó este terrorista. Murieron contándole mil secretos a la ciencia, para que más adelante otros se salven. Y un abrazo criollo para sus familias.


En los hospitales, en los moribundos, en los uniformes, vamos a tener otra vez lo mejor de nuestra raza. Espejos donde mirarnos para ser mejores. Pero ojo… ¿a ver qué hacemos de ellos en un tiempito nomás? Y sino que les pregunten a los que cruzaron los Andes, a los del archipiélago, a los del éxodo jujeño. Ellos conocen bien nuestro desagradecimiento, nuestra indiferencia.


Dicen que en el cielo se festejan las fechas patrias, que nos miran desde allá arriba como en un balcón. Dese ahí han visto a todos nuestros gobernantes, a todos los dirigentes, y dicen también que al terminar la marcha de San Lorenzo se escuchó decir a un granadero: "que al pedo nos hicimos matar".Digo esto salvando por supuesto a los buenos corazones, agradecidos, que siempre honrarán estos sacrificios…


"El que te jedi" en el campo

Pretender pelear contra un virus es demasiado complejo. Aquí todos nos cuidamos como corresponde, todos usamos el mismo desodorante etílico. Pero algún"bolazo" inocente se ha mezclado con las verdades.


Un croto le quiere hacer creer a los peoncitos de una estancia, que zapateando un malambo furioso y sacudiendo bien las alpargatas quedas limpito. Se ve que lo imagina como un ataque de hormigas bravas.


Un puestero solitario que solo conoce este monstruo por la radio, lo sospecha como a uno de los bichos que él conoce, pero rabioso, y comenta de lo más serio: "Yo a la mañana temprano, antes de salir del rancho afilo bien el cuchillo, después llamo a los perros para no pelearlo solo, vaya que me esté esperando afuera el tipo´´. No sabe que en la soledad del campo está casi virgen de este bicho.


Otros le han puesto ruda macho al alcohol,un puñado de guindas, o duraznos, y se desinfectan por dentro también. Ayer veníamos arreando una tropa y veíamos lo que nunca imaginamos, todos los paisanos con barbijos. Parecíamos los famosos pistoleros del oeste. Macedo, un resero viejo, se resiste al trapo, pero con dos vueltas más al poncho lo legalizó, y ya figura como tapa boca.


La epidemia ha modernizado los nombres de los animales domésticos. Ya se ha visto a los tropilleros bautizar "Pandemia" o "Cuarentena" a dos potrancas recién nacidas. Una cuzca ratonera de pésimo carácter se llama "Corona"y escuché a un gaucho trabajando solo con su perro en la manga decir: "dalas vuelta, Barbijo, dalas vuelta" y las vacas giraban en el corral redondo guiadas por el amigo de cuatro patas con nombre de insumo médico.


Hace cuarenta años las inundaciones destrozaron casi todo en Olavarría, y nos cambiaron mucho la vida en el campo. Se los iba a contar al principio, pero esto se me vino como más urgente. Quedará para la próxima.


Les decía, las inundaciones. En algo se parecían a esto, y en algo ni se le acercan. Exceptuando lo que pasó en Olavarría, en el campo no hubo tanto daño, aunque estaba el encierro y el desastre económico. Pero no teníamos este miedo desconocido de no saber qué le puede pasar a un ser querido, a usted o a mí. 



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No estoy muy seguro de cómo encarar esta página en blanco. Confuso, tembloroso y a los tumbos hare estos renglones como los pasos desprolijos de un animal asustado.


Por primera vez en nuestra historia tenemos una causa en común. Hoy "todos" significa todos, nadie se puede esconder. Sentimos crujir el barco entero y no hay donde escaparse.

La palabra que estoy rondando y no quiero escribir es "miedo". Pero el miedo, ese viejo y sabio amigo del hombre, está puesto en nosotros para salvarnos. A los que ya están preocupados, no les hará ningún mal lo que escribo. No necesitan que nadie les cuente la crueldad de lo que se viene. No necesitamos imaginarlo,vemos todos los días lo que pasa en otros lares. Yo sé que es triste e inconveniente escribir esto, pero el que no teme no se cuida, y el que no se cuida…


Es tan brava esta peste que ya no podemos jugar el juego que más nos gusta, "violar las normas"el que lo hace es un suicida, pero un suicida raro, pues antes de colgarse reparte sogas y comparte su decisión con los demás. Quizá solo sean optimistas, pero a veces un optimista, es un pesimista mal informado. Por eso, en los lugares que está haciendo estragos ya no necesitan que nadie los reprima. El espanto los hizo meter debajo de la cama. De todas maneras, ahí va mi respeto sincero para los que aún no logran imaginar, o los que la desesperación económica los hace caminar sobre el campo minado.


Es tan rara la peste que ni el peor de los invasores nos hubiera hecho perder tantas cosas. No poder comer un asado con mi hijo. Perder la génesis, y la esencia del mate… hoy no se puede compartir. Aunque estamos en el mismo escuadrón no nos podemos abrazar. Tener que abandonar a los enfermos que amamos.


Uno conoce toros malos, capases de hacerte pasar por arriba del alambrado con caballo y todo, pero uno puede esquivarlo, o intuye cómo hay que encararlo. Este "coso" está siempre escondido, ¿pero dónde?... no se sabe si en un saludo, en una lata de tomates,en un picaporte, o en el aliento de un niño.


"El que te jedi"

Bicho raro… hijo de un ratón volador y de madre desconocida, aunque sospechada. Nacido con un complejo de culpa que lo hace inimputable, él dice: "yo no ataco a nadie, pero si me buscan me encuentran". Con semejante prosapia, muy bueno no podía salir. 


Esta espera en que estamos se parece a la madrugada de Maipú, cuando el general desde lo alto veía venir al enemigo. Sabían que para muchos era el último amanecer, pero al menos el enemigo tenía uniforme y bandera de otro color. O cuando un malón coronaba la loma y miles de gritos hacían erizar la piel, sabiendo que en un rato nomas los cuchillos buscarían las gargantas.


Tan modernos que nos sentíamos, y hemos tenido que retroceder mil quinientos años para usar la medicina de aquella época,"la cuarentena" y encarar una enfermedad sin tener el remedio. Solo nos falta consultar a los brujos.


Después de este terremoto en el alma, ojalá seamos mejores, y por fin ordenemos los estantes donde tenemos un montón de valores patas para arriba. Usamos palabras majestuosas para cosas insignificantes. Ya no a cualquiera se le dirá "héroe", ni un buen gambeteador será "Dios". Supongo que ya no amaremos "ídolos" políticos impresentables,ante los cuales tenemos que venderle el alma al diablo para poder defenderlos en público,tragarnos todos sus chanchullos. O ser cómplices, y entonces nos queda el alma al desnudo, al ver que yo también soy como ellos.


Siempre hemos tenido héroes de verdad en nuestra sociedad, pero a esos los destruimos sin piedad, nos desesperamos por encontrarles un defecto, hasta dejarlos bien tirados en el olvido…y ahí sí, estar como nos gusta, sospechando de todos, hasta quedarnos sin fe.


Ahora han aparecido (y van a aparecer muchos) unos hombres y mujeres que cada mañana se visten cuidadosamente con lo poco que la eterna corrupción les ha dejado. De lejos parecen apicultores exagerados. Saben que se pueden morir y desamparar a sus hijos, pero no se detienen. Quizá se hagan a escondidas una señal de la cruz. Empujan las puertas con el hombro y se acercan a nuestra cama, a nuestra ahogada desesperación, para salvarnos de esta peste.Sin esquivarnos, sin alejarse de nuestra peligrosa compañía. El "que te jedi" es un malevo muy mentado y lo tenemos que encarar con un cuchillo de trapo.


Les digo "héroes" por el coraje, por el compromiso moral, hoy puesto a prueba. Porque podrían renunciar o dar parte de enfermos. Son los "sargentos Cabral" de hoy. Si ellos no fueran al frente, donde nadie quiere ir, nos moriríamos todos… yo al menos no me animaría. Solo rezo un Padre Nuestro para los que ya se llevó este terrorista. Murieron contándole mil secretos a la ciencia, para que más adelante otros se salven. Y un abrazo criollo para sus familias.


En los hospitales, en los moribundos, en los uniformes, vamos a tener otra vez lo mejor de nuestra raza. Espejos donde mirarnos para ser mejores. Pero ojo… ¿a ver qué hacemos de ellos en un tiempito nomás? Y sino que les pregunten a los que cruzaron los Andes, a los del archipiélago, a los del éxodo jujeño. Ellos conocen bien nuestro desagradecimiento, nuestra indiferencia.


Dicen que en el cielo se festejan las fechas patrias, que nos miran desde allá arriba como en un balcón. Dese ahí han visto a todos nuestros gobernantes, a todos los dirigentes, y dicen también que al terminar la marcha de San Lorenzo se escuchó decir a un granadero: "que al pedo nos hicimos matar".Digo esto salvando por supuesto a los buenos corazones, agradecidos, que siempre honrarán estos sacrificios…


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Pretender pelear contra un virus es demasiado complejo. Aquí todos nos cuidamos como corresponde, todos usamos el mismo desodorante etílico. Pero algún"bolazo" inocente se ha mezclado con las verdades.


Un croto le quiere hacer creer a los peoncitos de una estancia, que zapateando un malambo furioso y sacudiendo bien las alpargatas quedas limpito. Se ve que lo imagina como un ataque de hormigas bravas.


Un puestero solitario que solo conoce este monstruo por la radio, lo sospecha como a uno de los bichos que él conoce, pero rabioso, y comenta de lo más serio: "Yo a la mañana temprano, antes de salir del rancho afilo bien el cuchillo, después llamo a los perros para no pelearlo solo, vaya que me esté esperando afuera el tipo´´. No sabe que en la soledad del campo está casi virgen de este bicho.


Otros le han puesto ruda macho al alcohol,un puñado de guindas, o duraznos, y se desinfectan por dentro también. Ayer veníamos arreando una tropa y veíamos lo que nunca imaginamos, todos los paisanos con barbijos. Parecíamos los famosos pistoleros del oeste. Macedo, un resero viejo, se resiste al trapo, pero con dos vueltas más al poncho lo legalizó, y ya figura como tapa boca.


La epidemia ha modernizado los nombres de los animales domésticos. Ya se ha visto a los tropilleros bautizar "Pandemia" o "Cuarentena" a dos potrancas recién nacidas. Una cuzca ratonera de pésimo carácter se llama "Corona"y escuché a un gaucho trabajando solo con su perro en la manga decir: "dalas vuelta, Barbijo, dalas vuelta" y las vacas giraban en el corral redondo guiadas por el amigo de cuatro patas con nombre de insumo médico.


Hace cuarenta años las inundaciones destrozaron casi todo en Olavarría, y nos cambiaron mucho la vida en el campo. Se los iba a contar al principio, pero esto se me vino como más urgente. Quedará para la próxima.


Les decía, las inundaciones. En algo se parecían a esto, y en algo ni se le acercan. Exceptuando lo que pasó en Olavarría, en el campo no hubo tanto daño, aunque estaba el encierro y el desastre económico. Pero no teníamos este miedo desconocido de no saber qué le puede pasar a un ser querido, a usted o a mí. 



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