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Daño y costo ambiental, lo que vemos y lo que no

Todos sabemos que el cambio climático es un problema global, pero pocas veces se toma dimensión de los factores locales que influyen en el mismo. Entrevista al ingeniero Gabriel Blanco

 Miguel Viñuales (ZonaCampo)

Hace algunas semanas volvía del sur de la provincia con un productor amigo y, cuando pasamos por una estancia enorme, con varios equipos de riego funcionando, me puso en jaque: "Esa agua que extrae no vuelve a las napas, gran parte se exporta a China en forma de grano y no vuelve. Además, el vecino que no tiene riego se queda sin agua. Eso no lo ponemos en ningún balance contable, tendrías que hacer una nota para ZonaCampo".


Mi amigo, que sabe que con el tema ambiental me dan media vuelta y arranco, también sabe que este medio no es muy de "reciclar wasapeadas", sino que intentamos ir a fuentes confiables para informarnos antes de informar. Y en este ítem, uno de los referentes más importantes que se puede consultar es el ingeniero Gabriel Blanco, de la facultad de ingeniería de la UNICEN.


No hay que dejarse engañar por la localía, ya que Blanco es un referente internacional en el tema en tanto presidente del Comité Ejecutivo para la Transferencia de Tecnologías de la ONU y Autor Coordinador del Grupo de Trabajo III del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático. Con su vasta experiencia, logró responderme toda una desordenada una batería de preguntas que recorrieron de cabo a rabo el tema del costo y el daño ambiental.


"Todo esto que me estás preguntando es el corazón del problema ambiental, el cambio climático es un emergente de una problemática mucho más profunda. La diferencia con otras cuestiones socioambientales es que su impacto global ha hecho que nadie lo pueda esquivar, no solo por los impactos que recibimos sino porque todos somos de alguna manera responsables, todos somos víctimas y victimarios. Después lógicamente podemos discutir el grado de responsabilidad", sintetizó el docente de la UNICEN.


"Si vamos al tema del agua, por ejemplo, es una de esas problemáticas pero que a diferencia del cambio climático, como son más localizadas y específicas de cada lugar o región, no se visualizan a nivel global y son, por lo tanto, mucho más fáciles de esquivar o esconder, y lamentablemente se manejan de otra manera. Una problemática como la del agua en la puna solo se ven en el lugar, tienen que ver con la gente que vive ahí. Tesla, por ejemplo, puede estar muy feliz produciendo autos eléctricos, pero el litio sale de acá", remarcó.


Según Gabriel Blanco, a medida que se visibiliza un tema van apareciendo cada vez más derivaciones, como sucede con la exportación de agua a través de la producción agrícola, a lo cual corresponder agregar también la exportación de nutrientes y componentes ambientales del suelo.


"Si nos quedamos en el cambio climático le vamos a errar con las soluciones, porque las causas están en la manera de producir, de consumir que tenemos todos. Podemos apuntar a las emisiones de gases de efecto invernadero, que es la causa directa, pero es solo una parte, y todo lo demás queda ahí. El agua, los minerales, el suelo, la atmósfera, todos los recursos naturales, los servicios ecosistémicos, todo eso que estamos consumiendo a una velocidad que no permite su recuperación", explicó Blanco. 


La exportación de grano conlleva una cada vez más tangible exportación de agua y nutrientes, lo cual de por si es un tema ambiental a tener en cuenta. Pero un problema de mayor alcance y complejidad viene de la mano de la valuación económica de estos recursos naturales


Por este motivo es que, según el entrevistado, las diferentes soluciones que pasan por lo tecnológico, o bien por herramientas como el mercado de bonos de carbono y demás, no solucionan realmente el problema al no dar en el corazón del mismo. Entre estos "parches" que no funcionan, Blanco destaca los incentivos económicos, ya sea por mérito o por castigo en función de la utilización de los recursos naturales, ya que no solo no han podido detener el problema, sino que lo han magnificado en razón de un efecto derivado de la monetarización de los mismos.


"Pensar en términos económicos el costo ambiental nos lleva a intentar ponerle valor a los recursos naturales, a la atmósfera, al agua. Cuando le ponemos valor a los recursos que usamos, o a los que contaminamos si nos paramos del otro lado de la maquinaria productiva, se trata de intentos con buenas intenciones iniciales pero tienen muchas debilidades difíciles de resolver", explicó.


"Cuando le ponés valor a un recurso, lo que estás haciendo es ponerle un dueño. Ahí aparecen algunas distorsiones, ese establecimiento grande con varios riegos puede pagar el agua o la multa, y el vecino pequeño de al lado no. La otra cuestión importante es cómo le ponemos valor. ¿Cuánto vale el metro cúbico de agua dulce? ¿Y si nos equivocamos? ¿O nos basamos en la ley de oferta y demanda? Ahí aparecen cosas más complicadas, porque quién puede decir cuánto vale un bosque de yungas en Salta, o el arroyo Tapalqué que cruza Olavarría, que está contaminado", enfatizó.


Gabriel Blanco destacó también otro problema de la monetarización, que es el hecho de transformar en fungible el valor de bienes muy particulares, que no tienen ese carácter. La fungibilidad hace que las cosas se midan por cantidades, perdiéndose la identificación de la individualidad. Transformar un recurso natural en algo fungible hace que, por ejemplo, se pueda comprar un automóvil y pagarlo en agua, o en aire puro, cosa que hoy nos suena medio disparatada, pero también permite el análisis inverso, que tengamos que comprar aire limpio o agua pura con dinero, pagando el valor que establezca el mercado, según nuestra capacidad de pago.


La problemática ambiental no se lleva demasiado bien con la teoría económica clásica, ya que según nos indicó el entrevistado, la economía no suele tomar en cuenta el factor ambiental dentro de sus variables, salvo que se trate de un recurso al cual se le dio valor económico y por lo tanto, desde el punto de vista ambiental termina desnaturalizado y equiparado a cualquier otra materia prima. Por este motivo, intentar acercarlos siempre supone una dosis de conflicto, frente a la cual una pregunta obligada suele ser qué se puede hacer, si uno como ciudadano o productor quisiera buscar un punto de encuentro.


"Es un tema que siempre surge en las charlas o debates ambientales, y a veces parece que se oculta algo también. Desde mi punto de vista, creo que no hay que cargar sobre el ciudadano común la problemática ambiental global y el cambio climático, no se la podemos poner en el hombro a la persona que va a trabajar, que usa el auto, o el productor que tiene que sacar la soja porque su familia y toda una estructura depende de su actividad, o que va a una panadería y le dan una bolsita de nylon, o separa la tapita de la gaseosa", mencionó.


"Lo de no tirar la bolsita, o cerrar la canilla para no desperdiciar agua, o separar los plásticos está muy bien, tenemos que incentivarlo, pero eso no va a cambiar el mundo. Más que pensar en la tapita de gaseosa, tenemos que pensar en qué está haciendo ahora Coca Cola, o qué uso del agua se está haciendo en la minería", expresó con énfasis.


En relación a qué es lo que puede hacer el ciudadano interesado en conciliar ambiente y economía, Gabriel Blanco indicó que su recomendación es que debe informarse, ya que al tomar contacto con las problemáticas no tan visibles, locales o regionales, de a poco le van a ir "cayendo fichas" que le indicarán qué cosas se pueden hacer, qué queda a su alcance y qué no, cómo consumir, cómo producir, cómo votar, y así se podrá contribuir más eficientemente al cambio que se quiere ver. 


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Mi amigo, que sabe que con el tema ambiental me dan media vuelta y arranco, también sabe que este medio no es muy de "reciclar wasapeadas", sino que intentamos ir a fuentes confiables para informarnos antes de informar. Y en este ítem, uno de los referentes más importantes que se puede consultar es el ingeniero Gabriel Blanco, de la facultad de ingeniería de la UNICEN.


No hay que dejarse engañar por la localía, ya que Blanco es un referente internacional en el tema en tanto presidente del Comité Ejecutivo para la Transferencia de Tecnologías de la ONU y Autor Coordinador del Grupo de Trabajo III del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático. Con su vasta experiencia, logró responderme toda una desordenada una batería de preguntas que recorrieron de cabo a rabo el tema del costo y el daño ambiental.


"Todo esto que me estás preguntando es el corazón del problema ambiental, el cambio climático es un emergente de una problemática mucho más profunda. La diferencia con otras cuestiones socioambientales es que su impacto global ha hecho que nadie lo pueda esquivar, no solo por los impactos que recibimos sino porque todos somos de alguna manera responsables, todos somos víctimas y victimarios. Después lógicamente podemos discutir el grado de responsabilidad", sintetizó el docente de la UNICEN.


"Si vamos al tema del agua, por ejemplo, es una de esas problemáticas pero que a diferencia del cambio climático, como son más localizadas y específicas de cada lugar o región, no se visualizan a nivel global y son, por lo tanto, mucho más fáciles de esquivar o esconder, y lamentablemente se manejan de otra manera. Una problemática como la del agua en la puna solo se ven en el lugar, tienen que ver con la gente que vive ahí. Tesla, por ejemplo, puede estar muy feliz produciendo autos eléctricos, pero el litio sale de acá", remarcó.


Según Gabriel Blanco, a medida que se visibiliza un tema van apareciendo cada vez más derivaciones, como sucede con la exportación de agua a través de la producción agrícola, a lo cual corresponder agregar también la exportación de nutrientes y componentes ambientales del suelo.


"Si nos quedamos en el cambio climático le vamos a errar con las soluciones, porque las causas están en la manera de producir, de consumir que tenemos todos. Podemos apuntar a las emisiones de gases de efecto invernadero, que es la causa directa, pero es solo una parte, y todo lo demás queda ahí. El agua, los minerales, el suelo, la atmósfera, todos los recursos naturales, los servicios ecosistémicos, todo eso que estamos consumiendo a una velocidad que no permite su recuperación", explicó Blanco. 


La exportación de grano conlleva una cada vez más tangible exportación de agua y nutrientes, lo cual de por si es un tema ambiental a tener en cuenta. Pero un problema de mayor alcance y complejidad viene de la mano de la valuación económica de estos recursos naturales


Por este motivo es que, según el entrevistado, las diferentes soluciones que pasan por lo tecnológico, o bien por herramientas como el mercado de bonos de carbono y demás, no solucionan realmente el problema al no dar en el corazón del mismo. Entre estos "parches" que no funcionan, Blanco destaca los incentivos económicos, ya sea por mérito o por castigo en función de la utilización de los recursos naturales, ya que no solo no han podido detener el problema, sino que lo han magnificado en razón de un efecto derivado de la monetarización de los mismos.


"Pensar en términos económicos el costo ambiental nos lleva a intentar ponerle valor a los recursos naturales, a la atmósfera, al agua. Cuando le ponemos valor a los recursos que usamos, o a los que contaminamos si nos paramos del otro lado de la maquinaria productiva, se trata de intentos con buenas intenciones iniciales pero tienen muchas debilidades difíciles de resolver", explicó.


"Cuando le ponés valor a un recurso, lo que estás haciendo es ponerle un dueño. Ahí aparecen algunas distorsiones, ese establecimiento grande con varios riegos puede pagar el agua o la multa, y el vecino pequeño de al lado no. La otra cuestión importante es cómo le ponemos valor. ¿Cuánto vale el metro cúbico de agua dulce? ¿Y si nos equivocamos? ¿O nos basamos en la ley de oferta y demanda? Ahí aparecen cosas más complicadas, porque quién puede decir cuánto vale un bosque de yungas en Salta, o el arroyo Tapalqué que cruza Olavarría, que está contaminado", enfatizó.


Gabriel Blanco destacó también otro problema de la monetarización, que es el hecho de transformar en fungible el valor de bienes muy particulares, que no tienen ese carácter. La fungibilidad hace que las cosas se midan por cantidades, perdiéndose la identificación de la individualidad. Transformar un recurso natural en algo fungible hace que, por ejemplo, se pueda comprar un automóvil y pagarlo en agua, o en aire puro, cosa que hoy nos suena medio disparatada, pero también permite el análisis inverso, que tengamos que comprar aire limpio o agua pura con dinero, pagando el valor que establezca el mercado, según nuestra capacidad de pago.


La problemática ambiental no se lleva demasiado bien con la teoría económica clásica, ya que según nos indicó el entrevistado, la economía no suele tomar en cuenta el factor ambiental dentro de sus variables, salvo que se trate de un recurso al cual se le dio valor económico y por lo tanto, desde el punto de vista ambiental termina desnaturalizado y equiparado a cualquier otra materia prima. Por este motivo, intentar acercarlos siempre supone una dosis de conflicto, frente a la cual una pregunta obligada suele ser qué se puede hacer, si uno como ciudadano o productor quisiera buscar un punto de encuentro.


"Es un tema que siempre surge en las charlas o debates ambientales, y a veces parece que se oculta algo también. Desde mi punto de vista, creo que no hay que cargar sobre el ciudadano común la problemática ambiental global y el cambio climático, no se la podemos poner en el hombro a la persona que va a trabajar, que usa el auto, o el productor que tiene que sacar la soja porque su familia y toda una estructura depende de su actividad, o que va a una panadería y le dan una bolsita de nylon, o separa la tapita de la gaseosa", mencionó.


"Lo de no tirar la bolsita, o cerrar la canilla para no desperdiciar agua, o separar los plásticos está muy bien, tenemos que incentivarlo, pero eso no va a cambiar el mundo. Más que pensar en la tapita de gaseosa, tenemos que pensar en qué está haciendo ahora Coca Cola, o qué uso del agua se está haciendo en la minería", expresó con énfasis.


En relación a qué es lo que puede hacer el ciudadano interesado en conciliar ambiente y economía, Gabriel Blanco indicó que su recomendación es que debe informarse, ya que al tomar contacto con las problemáticas no tan visibles, locales o regionales, de a poco le van a ir "cayendo fichas" que le indicarán qué cosas se pueden hacer, qué queda a su alcance y qué no, cómo consumir, cómo producir, cómo votar, y así se podrá contribuir más eficientemente al cambio que se quiere ver. 


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