¿Perros sí o perros no? El debate sobre su rol en la ganadería

Entre la tradición, las nuevas tecnologías y el bienestar animal, el uso de perros en el campo genera posturas encontradas. ¿Aliados imprescindibles o un riesgo innecesario? Las opiniones del experto del INTA Ing. Agr. Martín Villa, del veterinario Sergio Comai y del productor ganadero Fernando Luis ayudan a poner luz sobre un tema que sigue siendo controversial

Durante generaciones, el perro fue más que un compañero en la vida rural argentina: fue un verdadero peón de cuatro patas. Capaz de arrear vacunos, encerrar majadas o custodiar rebaños, su rol se ganó respeto y afecto. Sin embargo, los cambios en la ganadería —cada vez más tecnificada y enfocada en el bienestar animal— pusieron sobre la mesa una discusión: ¿tiene hoy el perro un lugar en el manejo de hacienda? Y si lo tiene, ¿hasta dónde?

Tradición viva del trabajo en el campo

En las zonas extensas de cría, como el NOA, la Patagonia o el oeste bonaerense, muchos productores siguen confiando en perros bien entrenados para mover y ordenar el ganado. Razas como el Border Collie, el Kelpie Australiano o el Pastor Ganadero Australiano fueron seleccionadas durante décadas por su capacidad para colaborar con el hombre sin provocar daños ni estrés innecesarios en los animales.

“No hay herramienta más noble que un perro bien entrenado. Te ahorra tiempo, esfuerzo y evita cansar innecesariamente a los caballos”, asegura Fernando Luis, que utiliza Pastores Ganaderos Australianos en su cabaña del partido de Olavarría.

Y agrega: “El perro inteligente y obediente es todo a favor: además de compañero, suma en el campo —sobre todo a la hora de mover hacienda— y también suma en la manga para embretar. Siempre sin ladrar y siempre obedeciendo. El ‘desorejado’ complica absolutamente todo, en el campo y en la manga, y abona a la teoría ‘sin perros’”señala el productor

El otro lado: riesgos por mal manejo

Pero no todos los actores del sector comparten esta visión. En sistemas más intensivos, feedlots, remates o exposiciones como Palermo, el uso de perros suele estar desaconsejado o directamente prohibido. Las razones: riesgo sanitario, estrés en los animales o accidentes por la mala utilización del perro.

Desde el INTA Esquel, el Ing. Agr. Martín Villa aporta una visión técnica y crítica: “En muchos campos, sobre todo en Patagonia o zonas de monte, es directamente imposible pensar en trabajar sin perros. Reemplazaron al caballo en muchos casos. Pero hay que diferenciar el uso correcto del abuso o del uso sin entrenamiento. Un perro mal entrenado, que muerde constantemente o genera corridas innecesarias, es un castigo para el ganado”.

Ing. Agr. Martín Villa INTA Esquel, especialista en comportamiento y manejo de ovinos y uso de perros de arreo y perros protectores de ganado

Villa advierte que en muchas ocasiones los perros son mal utilizados como herramienta de castigo, sobre todo en bovinos: Está esa idea de que el perro bueno es el que muerde las patas. Pero morder no es lo mismo que presionar. El perro tiene que aprender a frenar cuando el animal responde. Si lo sigue mordiendo, el vacuno no tiene incentivo para colaborar. Es como si a uno lo apuraran a hacer algo y, aun haciéndolo, lo siguieran castigando”.

También hace énfasis en un concepto clave: entrenar al ganado para que se acostumbre al perro. “La hacienda que conoce al perro camina tranquila, no corre. Lo que necesitamos es área de presión, no área de fuga. El estrés aparece cuando el animal entra en pánico y huye.”

Cuando el perro no tiene control de voz, ni entiende distancias ni señales, su accionar pasa de ser una ayuda a una fuente de estrés: “Un perro que muerde constantemente no está haciendo su trabajo, está actuando por instinto mal canalizado. Eso no es eficiencia: es violencia encubierta.” Afirma Villa que además señala que el entrenamiento debería incluir no solo al perro, sino también a los animales. “En países como Australia o Nueva Zelanda, no se acostumbra al ganado al perro, sino que se entrena al perro para que trabaje sin generar rechazo. El animal responde mejor cuando el perro actúa con precisión, sin agresividad innecesaria” afirma.

 

 Frente a visiones que condenan el uso de perros por considerarlo maltrato, Villa contrapone: “El verdadero maltrato es tener un perro encerrado en un departamento sin permitirle desarrollar su comportamiento natural. Hay un gran desconocimiento sobre la función histórica de muchas razas y sobre lo que implica el bienestar animal, que incluye poder hacer lo que el perro está genéticamente preparado para hacer.”

Finalmente, destaca las condiciones adversas del trabajo rural donde los perros se vuelven indispensables: “Con neblina cerrada, nieve o barro, el perro hace lo que una persona no puede. Gracias a su olfato y oído, localiza animales que podrían quedar aislados o enfermos, y los trae. Eso evita pérdidas económicas y mejora el manejo sanitario”.

Además de actuar como protectores frente a depredadores, Villa destaca otra función poco mencionada de estos perros en la producción ovina extensiva: “Los perros protectores también ayudan a mantener la cohesión del rebaño en campos grandes, especialmente en zonas de pastizales abiertos o en condiciones climáticas adversas. Al mantenerse cerca de las ovejas, evitan que se dispersen o queden rezagadas, lo que mejora la eficiencia del pastoreo y reduce el riesgo de extravío o accidentes”.

“El perro protector es una herramienta fundamental para la producción ovina extensiva en la Argentina. Su función no es arrear ni morder: es convivir con la majada y disuadir la presencia de predadores mediante la territorialidad y el vínculo con los animales. Bien criados y correctamente improntados desde cachorros, estos perros viven con las ovejas y las reconocen como parte de su grupo social. Esa relación es lo que les permite proteger sin generar estrés ni alteraciones en el comportamiento del rebaño» remarca Villa

En experiencias desarrolladas en la Patagonia, y también en el oeste bonaerense se comprobó que la presencia de perros protectores reduce drásticamente las pérdidas por depredación, sobre todo frente a ataques de zorros, pumas y perros asilvestrados. No es necesario que el perro ataque: su sola presencia, sumada al comportamiento de alerta, suele ser suficiente.

 

La mirada profesional: opinión del veterinario Sergio Comai

El médico veterinario Sergio Comai, con experiencia en manejo ganadero y bienestar animal, aporta una mirada que busca el equilibrio entre tradición y técnica:

“El perro puede ser una gran herramienta, siempre que esté bien entrenado y bien manejado. Su función puede llegar hasta la tranquera de la manga o de los corrales, pero no más allá”, explica Comai.

El especialista destaca que, dentro de los corrales o en la manga, la percepción de la vaca cambia radicalmente: “Ahí la vaca está en un espacio reducido, con poca capacidad de escape, y la presencia del perro puede ser vista como una amenaza directa. Instintivamente, lo asocia con un depredador que puede morderla o —en el caso de las vacas recién paridas— atacar a su ternero”.
Esta situación puede derivar en reacciones peligrosas, golpes, estrés severo o incluso abortos. Para Comai, el uso del perro debe ser estratégico, planificado y responsable: “Un perro mal usado es un enemigo más del bienestar animal. Uno bien usado, es un aliado”.

El uso ideal del perro se da durante el arreo en el potrero y en el posterior encierre en los corrales». En esa etapa, señala Comai, la presencia del perro, percibido por las vacas como un depredador, despierta su instinto de defensa, lo que lleva al ganado a reagruparse en forma de manada. Una vez consolidada la tropa, el traslado se vuelve más eficiente, siempre y cuando no haya un exceso de presión por parte de los perros.

Ya dentro del corral, donde el trato con los animales se vuelve más directo y personalizado, los perros deben quedar fuera del campo visual y auditivo del ganado. «Esto permite que las vacas dejen de percibirlos como una amenaza y comiencen a prestar atención al operario. Para lograrlo, es necesario alejarlos al menos 50 metros, atándolos o encerrándolos en un galpón o espacio similar» asegura.

«Cuando el perro deja de ser un factor de estrés, el animal se concentra en las indicaciones humanas: cambios de corral, ingreso al toril, entre otras tareas. En esta instancia, el vínculo entre el operario y el bovino debe basarse en la calma y la precisión, favoreciendo un manejo tranquilo que mejora notablemente la eficiencia del trabajo.” afirma Comai.

Razas, funciones y características

·  Border Collie: Muy obediente, ideal para ovinos y bovinos livianos. Controla con la mirada fija (“eye”) y responde a comandos precisos.

·  Pastor Ganadero Australiano (Cattle Dog): Robusto y firme. Muerde los talones del ganado. Útil para rodeos ariscos o de difícil manejo.

·  Kelpie Australiano: Ágil y adaptable. Puede caminar sobre los animales. Ideal para arreos en espacios amplios o con hacienda dispersa.

·  Criollos entrenados: Rústicos y versátiles. Si están bien adiestrados, alcanzan niveles de rendimiento similares a los de razas especializadas.

·  Pastor Barbucho Patagónico: Raza autóctona, resistente al frío y al trabajo en campo abierto. Inteligente, leal y con fuerte instinto de arreo. Se destaca en la conducción de majadas extensas en la Patagonia.

Convivencia responsable, resultados concretos

La clave para que el perro sea parte del sistema ganadero está en su formación, control sanitario, obediencia y manejo responsable. No reemplaza al trabajador rural, pero lo complementa. Bien entrenado, puede reducir el uso de vehículos, bajar el nivel de estrés en los animales y mejorar la eficiencia general.

El debate sobre el uso de perros en la ganadería argentina no tiene una respuesta única. Pero una cosa es cierta: el problema no es el perro, sino cómo se lo usa. Con planificación, adiestramiento y respeto por el bienestar animal, puede seguir siendo un aliado fundamental. Sin esos elementos, puede transformarse en un problema.

Quizás, como dice Sergio Comai, se trate de entender hasta dónde llega su rol, y como dice Martín Villa, entrenar al perro no es dominarlo, es construir con él una relación de trabajo donde ambos sepan qué hacer.