En el Día Internacional de la Mujer Rural, la historia de Nora Spedale refleja el espíritu de miles de mujeres argentinas que, con esfuerzo, sensibilidad y decisión, sostienen la vida y el trabajo en el campo. Contadora de profesión, durante la pandemia decidió dejar atrás la ciudad y volver al establecimiento familiar “La Amistad”, en el paraje Querandíes, partido de Olavarría, para aprender junto a su padre y continuar el legado familiar.

“Mi familia siempre estuvo relacionada con el campo. Cuando vivíamos en Cañuelas teníamos tambo. Después yo estudié Contadora Pública, nunca pensé que iba a terminar trabajando en el campo”, cuenta Nora, emocionada, mientras recorre los lotes del establecimiento familiar junto a su padre.
Se formó en la extensión de la Universidad Nacional de La Plata en Saladillo y durante años vivió en 25 de Mayo, donde se desempeñó como contadora independiente y empleada. Allí fue mamá y forjó una vida urbana que parecía estable. Pero en 2020, en plena pandemia, algo cambió para siempre.
“Estuve 21 días encerrada en mi casa y fue un clic. Me di cuenta que la vida que llevaba no la quería más. Venía en un proceso, pero la pandemia terminó de marcarlo. Sentí que tenía que volver al campo, aprender, estar cerca de mi papá y continuar lo que él construyó”, relata.
Un legado familiar y una decisión con propósito
La decisión de Nora no fue solo personal: fue también un compromiso con la historia familiar. “No quería que nos pasara lo que ocurre en muchas familias: que cuando se muere quien maneja el campo, los hijos no saben qué hacer y terminan alquilándolo. Yo no quería eso. Quería prepararme para seguir al frente cuando mi papá no esté”, explica.
Por eso, dejó la oficina, cambió los zapatos de ciudad por las botas de campo y empezó a aprender de primera mano, todos los días, junto a su padre. “En vez de hacer un máster en finanzas o marketing, mi máster es el campo. Ese es mi doctorado: aprender día a día acá”, dice entre risas, aunque con la emoción a flor de piel.


Raíces maternas y una herencia de esfuerzo
Su vínculo con la vida rural también viene del lado de su madre. “Ella fue una mujer rural toda su vida. Se crió en el campo, hacía tambo, caminaba 10 o 15 kilómetros por día para ir al colegio. Hay una historia de sacrificio que me marcó desde chica”, recuerda.
Esa historia familiar de esfuerzo y superación es la que Nora transmite hoy a su hijo. “Siempre le digo que uno tiene que salir a buscar las cosas. A mí nadie me iba a venir a tocar la puerta para ofrecerme oportunidades. Hay que salir a la calle, buscarlas, generarlas”, sostiene.

Compromiso social y participación en el agro
El sentido de comunidad también forma parte de su vida. Durante los años en 25 de Mayo, fue una de las referentes del grupo Voluntarios de 25 de Mayo, que organizaba campañas de donación de sangre para el Hospital Garrahan. “Siempre tuve una actividad social, me gusta ayudar y devolver un poco lo que la sociedad me dio. Estudié en una universidad pública y siento esa obligación de retribuirlo”, afirma.
Esa vocación de compromiso la llevó a involucrarse también en la Sociedad Rural de Olavarría, donde hoy integra la comisión directiva. “Me convocaron para participar y me entusiasmé. Creo en el trabajo en equipo, en sentarse a escuchar, compartir ideas y buscar soluciones. Así se construye una institución y una comunidad”, asegura.
Una historia que inspira
Hoy, desde el establecimiento “La Amistad”, Nora vive rodeada de animales, trabajo, familia y una nueva paz. Con orgullo, dice que encontró su lugar en el mundo. “Estoy feliz. Emocionada. Me toca vivir un momento donde todo lo que hago tiene sentido. Y si mi historia puede inspirar a otras mujeres a animarse a cambiar, a volver al campo o a seguir sus sueños, entonces vale la pena.”











