Mujeres rurales separadas por los kilómetros, hermanadas por el arraigo
Ciclo de entrevistas de Luciana Pedernera sobre la vida y el rol de la mujer en el campo. Hoy: Celia Pedernera
Su piel oscura y delgada marcan sus huesos, su pelo blanco desde hace más de cuarenta años, su andar lento y paciente, terminan en una mujer rural que hoy a las cinco de la mañana dispone sus energías para cumplir con sus tareas.
"Tenía 6 años cuando mama puso tambo a mí me mandaban a buscar las vacas hasta que un día el caballo me tiro adentro de cauce y me quebré la muñeca"
Celia Pedernera tiene 67 años y lleva trabajando más de seis décadas, sus papas se criaron en el campo, pero como dice ella, "esto del campo se lleva en la sangre", de sus cinco hermanos, ella es la única que eligió y siguió este camino.
"A los 9 años empecé a trabajar afuera de nuestro tambo, mamá me vestía de varón y yo era Alberto, trabajaba en los remates a la par de los hombres en la feria"
"Primero en casa y después afuera, haciendo lo que ordenaban, cumpliendo con y para la familia a los 11 años empezó a trabajar para un empleador, entraba a las cuatro de la mañana. Vivian en calle Rivadavia al fondo, su papá había construido una casa de madera, en esa dirección pasando el terraplén, para ese entonces, era todo campo"
"A los 18 años me case, y con mi esposo, Alfredo, nos fuimos a trabajar a un horno de ladrillos, yo era su ayudante, cargaba las carretillas de barro y llegue a cortar ladrillos"
Su vida de casada, poco después compraron un terreno para construir su hogar, el destino los sorprendió. Alfredo había empezado a trabajar hacia poco tiempo en la empresa Interamerica cuando sufrió un accidente muy grave, al caer sobre él, una barra de hierro que pesaba 700 kilos. Celia o Chela como le decían sus amigos con 20 años, cargo esta situación al hombro y lo acompaño en todo momento.
Pasaron un mes en La Plata, lejos de la familia, lleno de cirugías e incertidumbre, pero salieron de la clínica caminando juntos. El regreso a Olavarría fue difícil, había que trabajar, pero para eso, primero, conseguir un trabajo, es así que sale un aviso en él diario donde expresaban que necesitaban en una reconocida carnicería de la ciudad personal para elaborar chacinados.
Al llegar a dejar Curriculum al lugar que necesitaban la desesperanza la abrazo cuando vio que había media cuadra de gente para solicitar ese puesto, en la esquina de 9 de Julio y Colon.
"Como a las nueve de la noche ladran los perros sale papá y dice viene un camión, cuando para dice buscamos a Celia Pedernera y papa dijo es mi hija, entonces dice la puede llamar, y papa me llama y eran ellos, bueno mañana a las ocho de la mañana empesas"
Cuando llego a trabajar se encontró con que era la única mujer y además eso de chacinados significaba que debía preparar morcillas, chorizos, la gente que iba ahí expresaba que la desconocían, y le decían "vos sos la nueva empleada acá no dura nadie, el empleador es muy malhumorado".
Reconoce haber aprendido enseguida, pero 15 días después apareció el malhumor de su jefe, y así hasta que tres meses después, un día de mucha lluvia, pasada las once de la noche, él la insulto, ella no aguanto y le tiro un maplet de huevos que paso por encima de su cabeza. Después de esto pasaron nueve años y ella trabajo ahí hasta que debió ceder por su embarazo.
"Me fui el 25 de octubre del 1979 que me dieron la licencia por embarazo, yo después que tenía familia volvía, me fue tan mal en el parto, estuve a punto de morir y empecé a elegir otras cosas"
Cuando elige no volver a su puesto de trabajo empezó a comprar vacas y puso tambo en 1981, su hija a los cuatro años ya la acompañaba, en ese momento arranco y no paro más, aprendió a vacunar, caravanear, castrar, hacer cesárea. En 1985 compro su quinta que fue su hogar durante años y hoy aloja a su hija.
"En 1991 nos fuimos a los de Reigada hasta el 1993. Fuimos porque Donofrio tenía tambo ahí, y se iba de la ciudad. Alfredo, mi esposo, se hace cargo de todo, yo llore mucho porque tuve que dejar mi casa, ahí me llene de animales"
Dejo su hogar, deshabitado, vacío de la presencia de la familia, para ayudar a un amigo. Y en 1991 (aunque bien no recuerda), la fábrica de lácteos La Casiana pasa por una crisis económica muy fuerte, toda la leche que entregaban, no se la pagaban.
Llego un momento en el que no había nada en su hogar, solo animales que podían faenar y consumir, llegaron a no tener pan, ni sal, ni aceite, no había dinero para comprar, la crisis toco a toda la familia. Celia se enojó y dejo de trabajar, pero solo por una semana porque un día se levantó y decidió cambiar su realidad.
"Hacia como una semana no teníamos dinero para comprar nada, así que me levante fui al tambo. Le digo a Juan (mi sobrino) vamos a vender leche, yo voy a lavar algunos bidones, cuando termine el tambo saca un tarro para vender la leche"
Ese día cargaron 18 litros, salieron en bicicleta con cajones y vendieron todo, volvieron re contentos con mercadería para su hogar. Al otro día cargaron más leche y repitieron la acción, terminaron y compraron más mercadería. A lo último hicieron tantos clientes que ya no podían llevar los bidones en un cajón así que Juan ato un carro a su bicicleta y así estuvimos por seis meses.
"Acá nos pusimos las pilas con Analía que tenía 11/12 años nos pusimos firmes a meter vacas, ordeñar, nosotras empezamos entregando 150 litros de leche a la fábrica y 70 repartía Alfredo, empezamos a meter más vacas para entregar más, y así llegamos a entregar 900 litros por día"
Llego el momento de volver a casa, había que arrancar de nuevo, sembrar trabajo, cosechar progresos. Es así que decidieron crecer en el tambo familiar. A las dos de la mañana arrancaba su día junto a su hija. Crecieron tanto que tuvieron que empezar a cuidar vacas en la calle, no alcanzaban los campos que arrendaba. Después de tanto se cansaron y cuando Analía tenía 20 años dejaron de ordeñar dos veces al día, "vivíamos más en el tinglado que en la casa"
"Después de que falleció mi marido hice el tambo un año más. Primero quise dejar, pero después había que comer y había que seguir"
Pasaron solo algunos días y estaba de pie, entera, ante su perdida, pero un poco acompañada siguió con el tambo, ordeñó, preparo la leche y Marcelo (su sobrino) la ayudaba a repartir leche en el Renault 12 azul, él conducía porque ella no se animaba, después del fallecimiento de su mamá en el año 2002 hubo un quiebre en su vida. Cuando le propuso a Marcelo ser socios en el tambo su respuesta fue negativa y días después se fue de su casa en busca de otro trabajo y así se quedó sola por un año, donde su única compañía eran dos perros Tito y Luna, hasta que una de sus hermanas la busco y la llevo a la ciudad, se mudó varias veces hasta que hoy nuevamente está en el campo y tiene muchos deseos de que este sea su ultimo hogar.
“La fina viene muy bien pero para que se concrete en los rindes es clave el monitoreo continuo”
El ingeniero agrónomo Ricardo Silvestro, de la firma Rindes y Cultivos DAS, analiza la campaña de trigo y cebada. Explica cómo los vaivenes de clima afectaron a los cultivos y la importancia de las aplicaciones preventivas para controlar enfermedades
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"Tenía 6 años cuando mama puso tambo a mí me mandaban a buscar las vacas hasta que un día el caballo me tiro adentro de cauce y me quebré la muñeca"
Celia Pedernera tiene 67 años y lleva trabajando más de seis décadas, sus papas se criaron en el campo, pero como dice ella, "esto del campo se lleva en la sangre", de sus cinco hermanos, ella es la única que eligió y siguió este camino.
"A los 9 años empecé a trabajar afuera de nuestro tambo, mamá me vestía de varón y yo era Alberto, trabajaba en los remates a la par de los hombres en la feria"
"Primero en casa y después afuera, haciendo lo que ordenaban, cumpliendo con y para la familia a los 11 años empezó a trabajar para un empleador, entraba a las cuatro de la mañana. Vivian en calle Rivadavia al fondo, su papá había construido una casa de madera, en esa dirección pasando el terraplén, para ese entonces, era todo campo"
"A los 18 años me case, y con mi esposo, Alfredo, nos fuimos a trabajar a un horno de ladrillos, yo era su ayudante, cargaba las carretillas de barro y llegue a cortar ladrillos"
Su vida de casada, poco después compraron un terreno para construir su hogar, el destino los sorprendió. Alfredo había empezado a trabajar hacia poco tiempo en la empresa Interamerica cuando sufrió un accidente muy grave, al caer sobre él, una barra de hierro que pesaba 700 kilos. Celia o Chela como le decían sus amigos con 20 años, cargo esta situación al hombro y lo acompaño en todo momento.
Pasaron un mes en La Plata, lejos de la familia, lleno de cirugías e incertidumbre, pero salieron de la clínica caminando juntos. El regreso a Olavarría fue difícil, había que trabajar, pero para eso, primero, conseguir un trabajo, es así que sale un aviso en él diario donde expresaban que necesitaban en una reconocida carnicería de la ciudad personal para elaborar chacinados.
Al llegar a dejar Curriculum al lugar que necesitaban la desesperanza la abrazo cuando vio que había media cuadra de gente para solicitar ese puesto, en la esquina de 9 de Julio y Colon.
"Como a las nueve de la noche ladran los perros sale papá y dice viene un camión, cuando para dice buscamos a Celia Pedernera y papa dijo es mi hija, entonces dice la puede llamar, y papa me llama y eran ellos, bueno mañana a las ocho de la mañana empesas"
Cuando llego a trabajar se encontró con que era la única mujer y además eso de chacinados significaba que debía preparar morcillas, chorizos, la gente que iba ahí expresaba que la desconocían, y le decían "vos sos la nueva empleada acá no dura nadie, el empleador es muy malhumorado".
Reconoce haber aprendido enseguida, pero 15 días después apareció el malhumor de su jefe, y así hasta que tres meses después, un día de mucha lluvia, pasada las once de la noche, él la insulto, ella no aguanto y le tiro un maplet de huevos que paso por encima de su cabeza. Después de esto pasaron nueve años y ella trabajo ahí hasta que debió ceder por su embarazo.
"Me fui el 25 de octubre del 1979 que me dieron la licencia por embarazo, yo después que tenía familia volvía, me fue tan mal en el parto, estuve a punto de morir y empecé a elegir otras cosas"
Cuando elige no volver a su puesto de trabajo empezó a comprar vacas y puso tambo en 1981, su hija a los cuatro años ya la acompañaba, en ese momento arranco y no paro más, aprendió a vacunar, caravanear, castrar, hacer cesárea. En 1985 compro su quinta que fue su hogar durante años y hoy aloja a su hija.
"En 1991 nos fuimos a los de Reigada hasta el 1993. Fuimos porque Donofrio tenía tambo ahí, y se iba de la ciudad. Alfredo, mi esposo, se hace cargo de todo, yo llore mucho porque tuve que dejar mi casa, ahí me llene de animales"
Dejo su hogar, deshabitado, vacío de la presencia de la familia, para ayudar a un amigo. Y en 1991 (aunque bien no recuerda), la fábrica de lácteos La Casiana pasa por una crisis económica muy fuerte, toda la leche que entregaban, no se la pagaban.
Llego un momento en el que no había nada en su hogar, solo animales que podían faenar y consumir, llegaron a no tener pan, ni sal, ni aceite, no había dinero para comprar, la crisis toco a toda la familia. Celia se enojó y dejo de trabajar, pero solo por una semana porque un día se levantó y decidió cambiar su realidad.
"Hacia como una semana no teníamos dinero para comprar nada, así que me levante fui al tambo. Le digo a Juan (mi sobrino) vamos a vender leche, yo voy a lavar algunos bidones, cuando termine el tambo saca un tarro para vender la leche"
Ese día cargaron 18 litros, salieron en bicicleta con cajones y vendieron todo, volvieron re contentos con mercadería para su hogar. Al otro día cargaron más leche y repitieron la acción, terminaron y compraron más mercadería. A lo último hicieron tantos clientes que ya no podían llevar los bidones en un cajón así que Juan ato un carro a su bicicleta y así estuvimos por seis meses.
"Acá nos pusimos las pilas con Analía que tenía 11/12 años nos pusimos firmes a meter vacas, ordeñar, nosotras empezamos entregando 150 litros de leche a la fábrica y 70 repartía Alfredo, empezamos a meter más vacas para entregar más, y así llegamos a entregar 900 litros por día"
Llego el momento de volver a casa, había que arrancar de nuevo, sembrar trabajo, cosechar progresos. Es así que decidieron crecer en el tambo familiar. A las dos de la mañana arrancaba su día junto a su hija. Crecieron tanto que tuvieron que empezar a cuidar vacas en la calle, no alcanzaban los campos que arrendaba. Después de tanto se cansaron y cuando Analía tenía 20 años dejaron de ordeñar dos veces al día, "vivíamos más en el tinglado que en la casa"
"Después de que falleció mi marido hice el tambo un año más. Primero quise dejar, pero después había que comer y había que seguir"
Pasaron solo algunos días y estaba de pie, entera, ante su perdida, pero un poco acompañada siguió con el tambo, ordeñó, preparo la leche y Marcelo (su sobrino) la ayudaba a repartir leche en el Renault 12 azul, él conducía porque ella no se animaba, después del fallecimiento de su mamá en el año 2002 hubo un quiebre en su vida. Cuando le propuso a Marcelo ser socios en el tambo su respuesta fue negativa y días después se fue de su casa en busca de otro trabajo y así se quedó sola por un año, donde su única compañía eran dos perros Tito y Luna, hasta que una de sus hermanas la busco y la llevo a la ciudad, se mudó varias veces hasta que hoy nuevamente está en el campo y tiene muchos deseos de que este sea su ultimo hogar.
“La fina viene muy bien pero para que se concrete en los rindes es clave el monitoreo continuo”
El ingeniero agrónomo Ricardo Silvestro, de la firma Rindes y Cultivos DAS, analiza la campaña de trigo y cebada. Explica cómo los vaivenes de clima afectaron a los cultivos y la importancia de las aplicaciones preventivas para controlar enfermedades