Aapresid advierte que las condiciones ambientales actuales favorecen el desarrollo de Drechslera tritici-repentis en trigo. Con cepas resistentes ya documentadas, el manejo exige diagnóstico riguroso, monitoreo constante y estrategias antiresistencia adaptadas a cada lote.

Esta enfermedad foliar que ataca al trigo que puede provocar pérdidas de rendimiento superiores al 20 % en ataques severos. En su reciente informe, la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid) elevó la alerta ante un panorama climático favorable —altas humedades y temperaturas moderadas— y la presencia creciente de cepas con resistencia a fungicidas. El momento actual exige que los productores retrotraigan su mirada técnica y actúen con estrategias integradas antes de que el problema se expanda.
Condiciones propicias: clima, ambiente y rastrojos
La mancha amarilla, causada por el hongo Drechslera tritici-repentis (fase anamorfa), prospera bajo condiciones que hoy se dan con frecuencia en muchas regiones trigueras: temperaturas entre 18 y 28 °C combinadas con períodos prolongados de humedad foliar (rocío, lluvias o alta humedad relativa) que permiten al patógeno infectar eficientemente las hojas.
La capacidad del hongo de persistir en los rastrojos de trigo del año anterior convierte dichos restos vegetales en reservorios de inóculo, predisponiendo al lote a nuevas infecciones si no se ha hecho un manejo adecuado del rastrojo. La dispersión de las esporas ocurre por el viento y por salpicaduras de lluvia, lo que permite una rápida propagación una vez iniciada la infección.
Síntomas, diagnóstico diferencial y gravedad
La detección temprana es esencial, pero no siempre sencilla. Los síntomas iniciales aparecen como manchas lenticulares de color castaño-amarillento o amarillo limón, generalmente desde el tercio inferior del cultivo. Con el avance de la enfermedad, las lesiones se expanden, se vuelven necróticas y desarrollan un halo clorótico distintivo; en ocasiones se visualiza una zona central más oscura, similar a un “ojo”.
Un reto importante es que los síntomas pueden confundirse con los de otras enfermedades foliares, como las septoriosis del trigo, lo que hace imprescindible un diagnóstico preciso basado en laboratorio o en especialistas de la Red de Manejo de Plagas (REM) de Aapresid.
Cuando la enfermedad avanza hacia las hojas superiores —especialmente hoja bandera y subbandera en etapas de llenado— el daño se torna crítico, ya que estas hojas aportan más del 70 % de la actividad fotosintética final del cultivo. Caso de severidades mayores al 30–40 %, las pérdidas pueden alcanzar el orden del 20 % del rendimiento.

El gran desafío: resistencia a fungicidas
Quizás el asunto más delicado que Aapresid ha puesto en foco es la resistencia del patógeno a fungicidas de uso clásico. Estudios recientes señalan que alrededor del 90 % de los aislamientos de D. tritici-repentis poseen la mutación G143A, que les confiere resistencia cruzada a todas las estrobilurinas, descartando esa familia como herramienta de control confiable.
En cuanto a los triazoles, si bien algunos (como el ciproconazole y el tebuconazole) muestran pérdida de eficacia en ciertos contextos, aún hay moléculas con potencial residual. Por su parte, las carboxamidas continúan siendo las herramientas químicas más efectivas frente a estas cepas resistentes.
Este escenario obliga a adoptar una estrategia antiresistencia rigurosa: monitoreo preventivo, aplicación en el momento óptimo, uso de mezclas de principios activos con modos de acción distintos y rotación de familias químicas. Asimismo, es clave respetar la dosis de marbete y, cuando sea viable, incorporar biofungicidas o compuestos multisitio como complementos.

Recomendaciones técnicas para minimizar riesgos
Ante este panorama, Aapresid y especialistas de la REM sugieren un paquete de acciones combinadas:
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Semilla de alta sanidad
Comenzar con semilla libre de patógenos es fundamental. Si se usa semilla propia, realizar análisis fitopatológicos previos a la siembra. -
Selección de cultivares con comportamiento sanitario favorable
Priorizar variedades con resistencia o tolerancia a mancha amarilla puede mitigar riesgo, aunque no eliminarlo. -
Rotaciones inteligentes
Evitar monocultivos de trigo. Alternar con otros cultivos reduce la carga de inóculo en el lote y dificulta la persistencia del patógeno
Asimismo, rotar cultivares de trigo cuando sea posible añade diversidad genética al manejo. -
Monitoreo constante y establecimiento de umbrales de intervención
La aplicación de fungicidas debe partir del seguimiento periódico del cultivo: observar incidencia (porcentaje de hojas/planta afectadas) y severidad (área enferma por hoja).
En campañas anteriores, se diseñaron umbrales de daño económico y de acción según la tecnología disponible (fungicidas simples, mezclas o triple acción) para optimizar el servicio de protección sin sobredosificar. -
Uso racional de fungicidas con estrategia antiresistencia
Aplicar fungicidas sólo cuando se superan los umbrales definidos y en el momento óptimo del cultivo. Priorizar mezclas de activos con diferentes modos de acción, rotar familias químicas y respetar dosis de marbete.
Incluir cuando sea posible compuestos multisitio o biofungicidas como herramientas complementarias.
La advertencia de Aapresid es clara: no puede confiarse en una solución única ni retrasarse la acción. El desafío actual no es sólo controlar una enfermedad, sino preservar la eficacia de las herramientas biológicas y químicas disponibles, mediante un manejo inteligente, riguroso y diversificado. En los próximos meses, el rendimiento del trigo dependerá tanto de la vigilancia de campo como de la responsabilidad táctica del productor.



