Una historia de vida, esfuerzo y gratitud en el regreso más esperado de la lechería argentina. Después de cinco años, el Holando Argentino volvió a las pistas de Palermo con una jura cargada de emoción. Leonardo García, jurado oficial y hombre de campo, fue el encargado de evaluar los ejemplares en una jornada que reflejó el esfuerzo silencioso de toda la cadena tambera.

Tuvieron que pasar cinco años para que nuestra raza lechera por excelencia vuelva a pisar la arena palermitana. El reencuentro fue mucho más que una competencia: fue el regreso de una raza emblemática al escenario más importante del campo argentino, en un momento cargado de emoción para criadores, técnicos y tamberos de todo el país.
Entre ellos, Leonardo García, jurado designado por la Asociación de Criadores de Holando Argentino (A.C.H.A.), vivió la jornada desde un lugar muy especial. Uruguayo de nacimiento, llegó a la Argentina a los 18 años “con el mate bajo el brazo y un bolso”, y desde entonces construyó una vida ligada al tambo, al esfuerzo diario y al respeto ganado en las pistas. Esta vez, el destino lo encontró en el centro de la escena, acompañado por sus dos hijas, que lo abrazaron entre lágrimas luego de la jura. “Es tocar el cielo con las manos”, dijo emocionado, en una escena que resumió décadas de sacrificio y pasión por la actividad.
En diálogo con Zona Campo, García repasó su trayectoria, reflexionó sobre el presente del sector lechero y dejó un mensaje claro: «cuando el productor ve una luz, invierte». La vuelta del Holando a Palermo —aunque con pocas vacas— fue también una señal de esperanza para una actividad que, pese a las dificultades, sigue apostando al futuro con innovación, genética y comunidad.

ZC: Leonardo, ¿cómo viviste esta vuelta del Holando a la Expo Rural de Palermo?
LG: Con mucha emoción. Las vacas no venían a Palermo hacía más de cinco años. Y yo creo que el Holando tiene que estar acá. Se dio la oportunidad de que vuelvan, vinieron pocas, pero volvieron. Para mí fue un honor jurarlas. Sean muchas o pocas, estar en esta pista a la que vengo desde que tengo 18 años… es tocar el cielo con las manos. Esta vez, además, con mis dos hijas en la tribuna. No me puedo pedir más.
ZC: Fue un momento muy emotivo, no solo por el regreso de la raza, sino también por tu historia personal. ¿Cómo lo viviste?
LG: Yo vine a la Argentina con un bolso y el mate bajo el brazo. Este país me dio todo: trabajo, respeto, familia. Estar acá, en esta pista tan simbólica para los que criamos vacas, y sentir ese aplauso cerrado de toda la tribuna… fue muy fuerte. Me sentí querido, respetado, y también muy agradecido. Porque sé que llegué acá por el esfuerzo de toda una vida.
ZC: Tenés un recorrido muy largo con esta raza. ¿Cómo fueron tus comienzos?
LG: Empecé a los ocho años ordeñando a mano en la calle, en San José, Uruguay. A los 14 dejé la escuela y me fui a trabajar a Punta del Este. Después vine a la Argentina gracias a un amigo del sector. Pasé por Capitán Sarmiento, trabajé en La Elisa, luego en Mastellone en Los Toldos. Más tarde en Campazú, donde ganamos muchos premios en Palermo. Fueron muchos años de vacas, genética, ordeñe… y mucho aprendizaje.
ZC: ¿Cual es la actualidad de la lechería en Argentina?
LG: La lechería pasó momentos duros, pero ahora estamos en otro tiempo. No tengo ninguna visión política, pero este gobierno le está dando más importancia al campo. Y cuando el productor ve una oportunidad, invierte. No se la lleva: invierte. Esa es la esencia del tambero.
ZC: ¿Qué cosas cambiaron en estos últimos años?
LG: Muchísimo. Hoy hay más de 400 robots funcionando en tambos argentinos. Mejoraron las dietas, los galpones, los equipos de ordeñe. La genética también dio un salto enorme. Estamos sacando la misma leche que antes, pero con menos vacas. Eso es eficiencia. Y también bienestar animal: se está invirtiendo mucho en confort.
ZC: ¿Qué lugar tiene el tambo en el entramado rural?
LG: Es fundamental. El tambo da trabajo: veterinarios, agrónomos, técnicos, mecánicos, almaceneros… todo un ecosistema. Por eso duele cuando un campo cierra. Pero yo soy optimista. Creo que vienen tiempos buenos para la lechería y para el campo en general.
ZC: ¿Qué significa para vos Palermo?
LG: Es único. La adrenalina que te da esta pista no te la da ningún otro lugar. Palermo te da visibilidad, te permite mostrarle a la ciudad lo que hace el campo. Eso no se logra en ningún otro lado. Para quienes vivimos de la vaca, esta pista es el corazón.
Antes de despedirse, García dejó una imagen difícil de olvidar: sus hijas, emocionadas hasta las lágrimas, lo abrazaron en plena pista tras la jura. Fue el broche perfecto para una jornada cargada de simbolismo, en la que se mezclaron historia personal y reencuentro colectivo. Porque más allá de los premios, la vuelta del Holando a Palermo también fue eso: el reconocimiento silencioso a una vida dedicada al tambo, al trabajo diario y al amor por una raza que sigue marcando el pulso de la lechería argentina.