La estabilidad de precios, celebrada por el Gobierno como síntoma de éxito, empieza a mostrar tensiones en sectores como la ganadería. Un informe de Rosgan advierte que los márgenes del negocio podrían comprimirse en los próximos meses por estacionalidad, costos internos y desacoples en los precios.

Con la inflación desacelerando a niveles inéditos en cinco años, muchos sectores económicos comienzan a operar bajo una lógica distinta. Es el caso de la ganadería, donde la menor presión del ajuste de precios empieza a desnudar desequilibrios que hasta hace poco quedaban solapados.
Así lo plantea el último informe del mercado ganadero Rosgan, que pone el foco en el comportamiento de los precios de la carne y la hacienda en pie, dos variables clave que ahora parecen volver a responder a patrones más estacionales que monetarios.
Exportadores con viento en contra
Uno de los segmentos que más siente esta transición es el exportador. A pesar de operar en un escenario sin restricciones cambiarias ni retenciones adicionales, con un dólar más previsible, las plantas orientadas a mercados externos se enfrentan a un problema interno: el peso de los costos argentinos. Esa estructura sigue siendo un ancla que limita la competitividad, incluso bajo condiciones macroeconómicas más estables.
El informe destaca que la relación entre tipo de cambio y estructura de costos sigue siendo desfavorable, lo que impide capitalizar plenamente la mejora en el frente cambiario. “El problema ya no es el cepo, sino el costo argentino”, advierten desde el sector.
¿Qué pasa con los precios en góndola?
En paralelo, el precio de la carne al consumidor mantiene una dinámica propia. Según datos del IPCVA, en mayo los valores aumentaron un 2,6%, por encima del 1,5% registrado por el IPC general. En lo que va del año, la carne acumula una suba del 27,5%, frente al 13,5% de inflación.
Sin embargo, los analistas advierten que esta diferencia no se sostendría por mucho más tiempo. La tendencia histórica muestra que los precios al público suelen alcanzar su techo entre marzo y mayo. A partir de junio, las curvas tienden a bajar, con un piso hacia octubre o noviembre, en línea con la estacionalidad de la oferta.
“Entramos en una etapa donde los aumentos de precios dejan de ser impulsados por la inflación y pasan a depender de la dinámica real del mercado”, indica el informe.
La hacienda se ameseta y los márgenes se achican
La señal más clara de este cambio puede verse en el precio de la hacienda gorda, especialmente el novillito destinado al consumo interno. Según datos del Mercado Agroganadero de Cañuelas, desde mediados de marzo el valor se mantuvo prácticamente sin cambios, oscilando entre los $3.000 y $3.100 por kilo.
Aunque el aumento acumulado del año supera al IPC (27,9% vs. 13,5%), la suba se concentró en el primer trimestre. Desde entonces, la curva se estabilizó, y Rosgan anticipa que este estancamiento podría profundizarse a partir de julio, coincidiendo con el pico de oferta estacional.
Esto tiene consecuencias directas sobre los márgenes de los feedlots y sistemas de engorde a corral. Con costos que no ceden —y precios de reposición del ternero en alza por escasez—, los márgenes comienzan a tensionarse. Y el informe no descarta un deterioro mayor en los próximos meses.
El nuevo ciclo: menos inflación, más presión
El escenario para la ganadería se redefine. Lo que antes se interpretaba como lógica de inflación desbordada, hoy empieza a alinearse con las reglas del mercado. Pero esa aparente normalidad no está exenta de desafíos. Sin el “colchón” inflacionario que amortiguaba desajustes, los costos reales y las dinámicas de oferta y demanda vuelven a marcar la cancha.
En este contexto, la eficiencia, el manejo del negocio y la anticipación a los ciclos productivos serán claves para sostener márgenes y competitividad. La carne, que supo subir por inercia, ahora deberá defender su lugar en el mostrador con argumentos más sólidos que la inflación.



