Ciclo de entrevistas de Luciana Pedernera sobre la vida y el rol de la mujer en el campo. Hoy: Florencia Magali Grubiak
Luciana Perdernera (ZonaCampo)
"La mujer rural para mi es la que rompe el hielo y marca la igualdad entre el hombre y la mujer. Mi abuela, una persona única, ella vive en el campo y creo que es la verdadera mujer rural como ama de casa, todos los medios días, espera a la pionada con la comida lista y goza de unos hermosos 62 años"
Florencia Magali Grubiak, ama a su nona, de quien heredo el amor por la cocina. Ella es quien nos da pie para hablar de una realidad dolorosa y de transición que estamos afrontando como país, agobiada por una actualidad llena de malicia, de desigualdad y de miseria humana, confiesa que le cuesta mucho prender el televisor y mirar noticias porque además cree que es el campo donde están los verdaderos valores y donde a la mujer se le da un espacio de valor que consigue en muy pocos lugares.
Flor, ella, es dueña de unos ojos similares a dos perlitas de un color maravilloso, acompañados por una hermosa sonrisa que brilla, bien achinaditos, por detrás de sus mejillas. Su cabello dorado, se desliza sobre sus hombros y se revela con el viento. Todo en ella es magia sobre lo que ama y le hace bien, la familia y los caballos.
Tiene 19 años y no vive en el campo, pero tiene sus raíces de campo. Flor es de Ezeiza, Provincia de Buenos Aires, sus abuelos sí viven en el campo a 15 kilómetros de su hogar en San Vicente. De a poquito empezamos a transitar las páginas de su corta vida y empezamos por el principio, su infancia, esta que recuerda junto a su primo, es hija única, juntos casi todos los días eran grandes actores de sanas travesuras, esas que no le hacen mal a nadie.
"Mi pasión por los caballos creo que nació conmigo, toda mi familia siempre estuvo en esto, en el campo, en el tradicionalismo".
Ama la tranquilidad de los paisajes, la libertad de kilómetros y kilómetros de hectáreas que son posibles de disfrutar con los equinos. En una época donde su vida es súper tranquila, por vacaciones escolares, durante la mañana permanece en su casa acompañada por su mamá, María Ciurlandi, y a la tarde casi siempre se va al campo, luego de varios años de hacer 30 kilómetros para ir a la escuela, ahora espera la facultad.
"Hace algunos años fui a Jesús María a ver a mi abuelo, Horacio Ciurlandi, él había ido con su tropilla. Una tarde estando allá el organizador, Daniel Pérez, me dio su tropilla para entrar una noche, desde ahí empecé a ir. Este año la suerte me tocó a mí, la primera noche entre segunda al entrevero y la segunda noche lo gane"
Con su amor por el gauchaje, explotada de orgullo, galopo en cuerpo, corazón y alma, uno de los estadios más importante del arraigo de las tradiciones argentinas, el Anfiteatro José Hernández. Entre polvareda, rodeada de tropillas coloridas, se impuso ante la imagen masculina, en su mayoría, consagrándose ganadora la segunda noche. Llena de sentimientos imposibles de describir y poner en palabras solo pudo decir, "recuerdo que estaba muy contenta, soy poco demostrativa en ese sentido, pero estaba muy contenta".
Para nada introvertida, poco demostrativa, llena de energías para este nuevo año que le espera estudiando veterinaria llega su momento de definirse para finalizar.
"La verdad que definirme no es lo mío, pero me siento una persona muy buena, no pido nada a cambio nunca, siempre ando con una sonrisa que es lo que nos da alegría a la vida y sobre todo la humildad, es el camino que nos lleva lejos"