Después de meses sin llover y olas de calor que cortaron una primavera casi nula, Paulo Recavarren analiza las características de estas forrajeras y propone alternativas para sobrellevar la situación actual.
Miguel Viñuales (ZonaCampo)
Todo arrancó con una charla casual hace unos días con un productor amigo, Eduardo Pugnaloni, que remitió a una charla no tan casual hace más de una década, cuando le pregunté a Paulo Recavarren de INTA si –en ocasión de una sequía y ola de calor parecida a la que estamos atravesando ahora-, teníamos que ir empezando a pensar en implantar megatérmicas, ya que aquél año estábamos lisa y llanamente con un régimen de lluvias propio de zonas marginales.
La respuesta de Recavarren, en aquel momento, fue contundente. Casi textualmente me dijo "el día que acá tengamos que sembrar megatérmicas, nos tenemos que ir". El quiero retruco de Pugnaloni fue, cuando se lo comenté: "Y hoy, ¿qué opina Paulo, con el tema del cambio climático?". Como muchas veces sucede, eso derivó en esta nota, que arrancó precisamente con esa pregunta.
"Sigo pensando casi lo mismo, quizás sería un poco menos terminante, pero se trata de especies que producen muchísimo pasto en un período muy concentrado de tiempo. Y fundamentalmente, cuando se las evaluó no eran lo que pensábamos para el tipo de suelos salinos, de barro blanco, donde las queríamos implantar. Además, no se bancaron el invierno", respondió el extensionista local.
El auge de las especies forrajeras megatérmicas, entre las cuales las más conocidas son la Grama Rhodes y gran variedad de la familia Panicum, fue alrededor del año 2006 cuando desde INTA se realizaron investigaciones para tratar de que los productores de la región pampeana no entraran en "panicum" frente a la falta de pasto en épocas criticas, haciendo énfasis en encontrar forrajeras para suelos con limitantes.
"Las especies son del norte, pero ese año un compañero de INTA, José Otondo, hizo su tesis de posgrado en la zona de Chascomús evaluándolas como especies adaptadas a barros blancos, suelos alcalinos, en busca de mejorar la calidad de suelo y la productividad de esos ambientes", explicó Recavarren.
Condiciones climáticas muy favorables dieron lugar a resultados auspiciosos, que fueron capitalizados por la única empresa forrajera que trabajaba esas semillas en aquel momento, y se generó una especie de "bola de nieve" impulsada comercialmente (algunos medios nacionales hablaban de una nueva "revolución verde") que llegó rodando hasta Olavarría y la zona, y derivó en algunos ensayos a nivel local.
"Sembramos en agosto y en enero nos encontramos con un montón de pasto. En verdad, nunca aprendimos bien cómo sembrarlo, porque el ensayo duró solo un año. Hubo una presión comercial muy fuerte, se introdujeron dos especies, grama rhodes y un panicum coloratum. La cuestión fue que en la zona de Chascomús, el primer invierno lo pasaron, pero acá no, se murieron todas las plantas", agregó.
Según Recavarren, las plantas tienen ciertas adaptaciones que hacen que lleguen a cuadruplicar la producción de pasto en verano respecto de las especies de nuestra zona como el agropiro, pero precisamente estas adaptaciones tipificadas como "Carbono 4" y que les permiten mucha eficiencia en el uso de la radiación y el agua, y la resistencia al calor, dan lugar a pérdidas de calidad muy rápidas, por lo cual el manejo se hace complejo: se obtiene muchísimo forraje (hasta 150kg por día de materia seca durante dos meses) que pierde calidad muy pronto.
"Teníamos que estar preparados y tener, por ejemplo, 10 vacas por hectárea para comerlo en la salida de la primavera y así aprovecharlo, y además no las pudimos hacer pasar el invierno. Más allá de eso, lo que vimos es que no se adaptaban demasiado a los bajos alcalinos, que era el principal objetivo. Andaban un poco mejor en suelos overos o medias lomas, pero para esos suelos tenemos especies mucho mejores que esas, con lo cual no nos resolvía ninguno de los dos problemas. Fue una especie de llamarada que duró muy poco", agregó.
Panicum coloratum, en plena producción
Déficit por partida doble
Si vamos al verdadero espíritu de la pregunta inicial, el tema de la introducción o no de megatérmicas viene de la mano de encontrar una herramienta útil para momentos críticos de sequía o aumentos de temperatura. En este sentido, Paulo Recavarren entiende que las soluciones no son mágicas o inmediatas, y que quizás se está poniendo la mirada en un lugar equivocado.
"Históricamente tenemos conciencia que nuestro déficit forrajero es en invierno, entonces hacemos rollos, silos, reservas, pero hace ya varios años que también empezamos a tener problemas en el verano. Esto se debe en parte al clima, y también a que la carga que sostenemos es mayor que la oferta, lo cual no significa que sean cargas altas, sino que es mayor a lo que la tasa de crecimiento del forraje con que contamos puede soportar", agregó.
"Hace muchos años que en Olavarría venimos con una carga que excede la productividad de los recursos forrajeros disponibles, permanentemente estamos en déficit de forraje y sucede que si el clima no es más que benigno, la demanda supera con creces la oferta tanto en invierno como en verano. El cierre de esta vacunación de aftosa va a dar una carga promedio de 1,3 cabezas por hectárea ganadera. A esto hay que sumarle que deberíamos empezar a pensar que, con el tema del cambio climático, los episodios extremos van a ser más frecuentes", explicó.
"Ese es para mí el principal problema. Lógicamente, también hay que tener presente el tema del calor, hacer sombra, prepararse, facilitar el acceso a las aguadas, y todos estos temas van a ser cada vez más importantes a futuro. La visión de la ciencia respecto al impacto del cambio climático en ganadería es que a mediano plazo vamos a tener que convivir con sistemas más parecidos al norte, incluso prevén el desplazamiento de algunas de las enfermedades debido al aumento de las temperaturas y del promedio de precipitaciones, más allá de episodios extremos de sequía e inundaciones", remarcó.
"A mí me cuesta imaginar el partido de Olavarría con rodeos de brahman puro, por ejemplo, y problemas de garrapata. Pero también tenemos que pensar que estos episodios extremos se van a repetir frecuentemente, el cambio climático no lo podemos negar y tenemos que tomar conciencia, así como en algún momento asumimos que en el invierno no podíamos sostener las cargas que teníamos. Ahora nos va a pasar lo mismo en verano", manifestó.
Aquí y ahora
En cuanto a las estrategias para sobrellevar los problemas actuales, y lograr un efecto a corto plazo, Recavarren considera que la más sencilla y razonable sería bajar la carga, hasta tanto se puedan recomponer los sistemas como para sostener ese impactante "1,3 cabezas por hectárea ganadera" estimados en esta campaña de aftosa. "Es una cifra que a simple vista no parece mucho, pero si tenemos en cuenta que esas hectáreas están por debajo de las 3,5 tn de materia seca, es una carga altísima", indicó.
"Salir a vender hacienda es algo que tiene muchas aristas, la época del año, la cuestión impositiva, y otros. Pero si no se quiere reducir la carga y no se puede generar forraje, la única alternativa es importarlo. Comprar rollos, traer grano, encerrar la hacienda y manejarla de otra manera. Hay herramientas como el destete, para el hiperprecoz ya estamos pasados, para el precoz estamos pasando, todavía podemos hacer uno anticipado. Desde el punto de vista del forraje, aún sabiendo que es algo tardío, se puede hacer un sorgo, maíz o soja para pastoreo directo, y va a ayudar. También hacer alguna moha como para hacer rollos, ya que es de esperarse que el invierno también sea malo, dado que muchos veces lo pasamos reservando algún excedente de primavera, que este año no vamos a tener", agregó.
Según Recavarren, la principal dificultad la tienen los productores de cría, ya que el sistema es rígido y muy sensible a este tipo de problemas. En la recría o la invernada hay más flexibilidad, los ajustes de carga son más simples, y eventualmente el tema pasa por una relación de costos por kilo producido, pero la cría no tiene esta maleabilidad y "pasa factura" más rápido.
"Además, no veo que haya habido una reacción por parte de los productores frente a la problemática, es como que pateamos la situación para más adelante, esperamos a que llueva, o no sé que esperamos, a veces tenemos una lógica difícil de entender. Creo que es parte de la cultura ganadera en que vivimos, primero tenemos las vacas y después vemos qué les damos de comer, y desde el punto de vista productivo tendría que ser lo inverso, primero generar la comida y después ver con qué y cuántas cabezas la hago comer", apuntó.
"Es una discusión que tiene lugar desde siempre. Como estrategia de supervivencia, y es comprensible, los productores han tenido que acumular cabezas, pero eso no significa ser eficiente, se puede tener la misma cantidad de terneros con menos cabezas, si se las maneja mejor. Eso es otro tema, de corte más filosófico si se quiere, que lo podemos hablar en otra ocasión" expresó.
"Entonces, podemos hacer algo de forraje para el verano, sabiendo que es tardío y que va a haber menos, pero algo va a ayudar a paliar la hora de febrero y marzo. También tenemos que saber que nos va a faltar la mitad del pasto con que contábamos para el invierno, por lo cual también hay que pensar qué vamos a hacer, si planeábamos hacer 10 hectáreas de avena, mejor hagamos 20. Pero de lo que sí estoy convencido, y volviendo al tema inicial, no veo como alternativa de solución frente a estas cuestiones a las dos especies de forrajeras megatérmicas que hace unos once o doce años estuvieron en la cresta de la ola. Probablemente se puedan buscar otras, pero esas no pasaron la prueba", concluyó.