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Mujeres rurales separadas por los kilómetros, hermanadas por el arraigo

Ciclo de entrevistas de Luciana Pedernera sobre la vida y el rol de la mujer en el campo de nuestra región. Hoy: María Dolores Posada

Luciana Perdernera (ZonaCampo) 


Estoy observando el fogón de la matera, una estructura en pie desde 1882 y pienso como el clima amenazó mi viaje constantemente, de a ratos llovía fuerte y podía impedirme hacer unos kilómetros de camino de tierra, pero cerca de las once de la mañana ya estaba en Santa Catalina junto a mi familia que me acompañaría en este largo día de entrevistas. Bajo del auto y de repente un montón de perros estaban saltando sobre mí, allí Dolores nos espera junto a su esposo Emiliano Posadas y su hija María Dolores Posada, Loli, para quienes la conocemos.


-"Si un día me dicen, che hay que vender el campo, no, yo me quedo acá".


Muy tímida siempre, pero con mucha decisión y postura defiende su lugar en el mundo. Loli tiene 19 años, nació en Bolívar y con cinco días de vida ya estaba en su hogar. Sentada a mi lado sobre una silla rústica de cuero de vaca, con las manos sobre sus piernas cruzadas, recuerda con orgullo su infancia.


"De chiquita me bañaban con agua llovida y la luz de un candelabro. Salían a cazar y pescaban porque estaban mal económicamente y después se empezaron a acomodar y a realizar la cría de caballos. Recuerdo que a mí me encantaba jugar con las muñecas, las metía en el barro, hacia granjitas y tenía tractores y metía a las muñecas así"




"Cuando era chiquita me acuerdo de salir afuera y ensuciarme toda, andar a caballo, siempre sola, vecinos había, pero no había chicos para jugar. Mis amigos del pueblo no querían venir, han venido, pero extrañaban. Además, no teníamos luz no teníamos nada, pero yo me divertía igual"


Empezaron de cero, construyendo de a poco en familia, tenían lo propio que son estas hectáreas de estancia, pero había que crecer. Todos los recursos de la naturaleza eran necesarios.


"Cuando era chiquita me acuerdo de salir afuera y ensuciarme toda, andar a caballo, siempre sola, vecinos había, pero no había chicos para jugar. Mis amigos del pueblo no querían venir, han venido, pero extrañaban. Además, no teníamos luz no teníamos nada, pero yo me divertía igual."


Creció, aprendió y la educaron sola. Vivir en el campo y no tener hermanos chicos te lleva a convivir con amigos invisibles, contarle tus secretos a los animales o las plantas. Aunque siempre feliz, por la libertad, por estar en ese lugar que te pertenece que al final de todo, lejos del bullicio de la gente, de los ruidos de los autos y del estrés de la vida de ciudad, ese es su hogar.


Recorriendo su corta vida, toda ella vivida en el campo, como mujer rural que es le pregunto ¿Cuál es el rol de la mujer en el campo? Un poco desconcertada, intentando buscar respuesta me dice:


"Acá te dedicas a hacer otras cosas que no hacen todas las mujeres. La mayoría de las mujeres rurales se dedican a lo que es la casa a mantener el hogar el patio. Creo que no encajo con ninguna. Mi lugar es el campo, los caballos, las plantas. Afuera siempre hay algo para hacer."

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Muy tímida siempre, pero con mucha decisión y postura defiende su lugar en el mundo. Loli tiene 19 años, nació en Bolívar y con cinco días de vida ya estaba en su hogar. Sentada a mi lado sobre una silla rústica de cuero de vaca, con las manos sobre sus piernas cruzadas, recuerda con orgullo su infancia.


"De chiquita me bañaban con agua llovida y la luz de un candelabro. Salían a cazar y pescaban porque estaban mal económicamente y después se empezaron a acomodar y a realizar la cría de caballos. Recuerdo que a mí me encantaba jugar con las muñecas, las metía en el barro, hacia granjitas y tenía tractores y metía a las muñecas así"




"Cuando era chiquita me acuerdo de salir afuera y ensuciarme toda, andar a caballo, siempre sola, vecinos había, pero no había chicos para jugar. Mis amigos del pueblo no querían venir, han venido, pero extrañaban. Además, no teníamos luz no teníamos nada, pero yo me divertía igual"


Empezaron de cero, construyendo de a poco en familia, tenían lo propio que son estas hectáreas de estancia, pero había que crecer. Todos los recursos de la naturaleza eran necesarios.


"Cuando era chiquita me acuerdo de salir afuera y ensuciarme toda, andar a caballo, siempre sola, vecinos había, pero no había chicos para jugar. Mis amigos del pueblo no querían venir, han venido, pero extrañaban. Además, no teníamos luz no teníamos nada, pero yo me divertía igual."


Creció, aprendió y la educaron sola. Vivir en el campo y no tener hermanos chicos te lleva a convivir con amigos invisibles, contarle tus secretos a los animales o las plantas. Aunque siempre feliz, por la libertad, por estar en ese lugar que te pertenece que al final de todo, lejos del bullicio de la gente, de los ruidos de los autos y del estrés de la vida de ciudad, ese es su hogar.


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"Acá te dedicas a hacer otras cosas que no hacen todas las mujeres. La mayoría de las mujeres rurales se dedican a lo que es la casa a mantener el hogar el patio. Creo que no encajo con ninguna. Mi lugar es el campo, los caballos, las plantas. Afuera siempre hay algo para hacer."

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