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Mujeres rurales separadas por los kilómetros, hermanadas por el arraigo

Ciclo de entrevistas de Luciana Pedernera sobre la vida y el rol de la mujer en el campo de nuestra región. Hoy: Dolores Capittini

Luciana Perdernera (ZonaCampo)


- Mi papá se jubila en la estancia de los Herreras Vegas y se va a vivir a Bolívar junto con mi mamá. Al año siguiente mi papá fallece. En ese momento dije: se me termino la historia de vivir en el campo-


Muchos años después nos encontramos en la cocina de su casa en Santa Catalina una estancia a 90 kilómetros de Olavarría y 30 Kilómetros de Bolívar, pero Dolores Capittini, recuerda cómo su vida le dio pausa al campo y tuvo que alejarse de su lugar de pertenencia. Después de todo, ese es el ciclo de un encargado de campo: llegar a la estancia y quizás permanecer toda tu vida o quizás irse más pronto de lo imaginado.


Dolores nació en Mar del Plata y su papá la conoció 15 días después de nacida, cuando la llevaron a ella y su mamá, a la estancia de los Herreras Vegas, cerca de 9 de Julio. Estar lejos de los hospitales implica en el campo trasladarse a las ciudades más cercanas, en estos casos, o viajar a la casa de un familiar, como lo hizo la mamá de Dolores, que dos meses antes de dar a luz se mudó a lo de su hermana.


Con mate de por medio sentadas rodeando la mesa, en la cocina de su casa en Santa Catalina, sintiendo el sol asomarse por el gran ventanal, que deja atrás la amenazante lluvia de la mañana, compartimos su vida, su vivir y sentir el campo. Puede sentirse el aire puro que entraba por la puerta abierta, mezclados con el olor a leña quemada que emana la cocina a leña que recién estaba encendiendo Emiliano Posada, esposo de Dolores.


Envuelta por ese sentir el campo, de a poco empieza a recorrer su vida como mujer rural, volviendo a su infancia de la cual recuerda cosas muy lindas como cuidar animales donde siempre le llevaban alguno para atender. Con mucha nostalgia, con voz tranquila y sus gestos en sintonía, habla de las escuelas rurales, donde hizo casi toda la primaria, hasta sexto grado.Vuelve a 1965, pleno arraigo, donde la gente realmente vivía en el campo y las escuelas eran espacios donde había dos maestros e iban muchos chicos. Y viaja en el tiempo para decirme: - "Yo me acuerdo que los campos no eran tan solitarios como ahora, éramos comunidades, estábamos nosotros que éramos los encargados, estaba el cocinero que le cocinaba al personal y a su familia, el quintero tenía su familia, todos vivíamos en familia. Se juntaban 15 chicos y a veces más era una cosa muy linda. Íbamos todos juntos a caballo a la escuela o en sulky, íbamos en patota."


-En sexto grado mi mamá me pasó a una escuela de pueblo, porque tenía que hacer la secundaria, entonces me metieron a un colegio pupilo, de monjas. Esa fue la destrucción total. Pase de un ambiente tan libre, tan abierto, al otro que era todo lo contrario.


Entre algunas risasconfiesa: - "yo no quiero a las monjitas"-. Pude entenderla y pude sentir que en ese momento su vida hizo un quiebre. Estaba acostumbrada a su libertad en el campo, disfrutar del repiqueteo de la lluvia sobre inmensos charcos, el verde de los árboles en primavera, las hojas volar en otoño y todo se deshizo al entrar al colegio de monjas donde empezó a sufrir claustrofobia a causa del encierro en estas estructuras donde las ventanas eran muy altas para ver hacia afuera y el patio estaba rodeado por amplios paredones de cemento.


Primero pasó por el colegio pupilo de Henderson y luego por el de Bolívar. Cada vez que la dejaban allí se descomponía a causa de la semana de encierro que le esperaba. En su casa no podía decir nada porque lo primordial para la familia eran los estudios. Finalmente, al terminar quinto año se fue a estudiar la carrera de Ingeniero Agrónomo a Azul, allí tres años después descubrió que no era lo suyo y durante el Golpe de Estado de 1976, con muchos cambios, empezó a estudiar un magisterio en psicopedagogía, propuesta que derivó en Asistente Educacional como coletazo de la dictadura. Pero después de todo volvió al campo hasta que su papá se jubiló y falleció: - "Ahí dije bueno se me terminó la historia de vivir en el campo"-.


-"Todo hasta que encontré a Poroto (su esposo) que me volvió a traer al campo, yo creí que no volvía más".


Pasaron algunos años hasta que en 1996 volvió al ámbito rural cuando le propuso a su esposo de irse a vivir a Santa Catalina, algo que lo sorprendió a él porque en ese momento en la estancia había que hacer muchas refacciones.


Dolores define que con mucho sacrificio y voluntad empezaron a acondicionar lo que sería su hogar, señalando hacia afuera recuerda cómo todos los fines de semana llegaban, dejaban su auto a mucha distancia de la casa y entraban abriéndose camino entre los árboles de lo que sería el patio, porque era una tapera. Cuando estaba por llegar Loli, su hija Dolores con quien también compartió su experiencia como mujer rural, recuerda que en una de las casitas que está destruida y rodea a la casa principal, tenían un fogón donde cocinaba, pero con la llegada de su hija acondicionaron la casa que hoy habitan y que con el paso del tiempo fueron levantando.


Ante tantos recuerdos de su vida en el campo, considero que es momento y le preguntó ¿Qué rol cumple la mujer en el campo? Y ella con admiración, recordando el trabajo que hacían las mujeres de su familia en el campo donde tenían la huerta, el jardín, los animales, elaboraban el pan, hacían las tortas, los dulces con las frutas, con firmeza y tranquilidad responde:

"Yo te voy a hablar de la mujer de campo de hace muchos años, que la vi a mi madre, la escuché a mi abuela, su rol fue el acompañamiento de sus maridos, pero eran muy importantes porque ellas eran las que organizaban la economía de la casa 



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Muchos años después nos encontramos en la cocina de su casa en Santa Catalina una estancia a 90 kilómetros de Olavarría y 30 Kilómetros de Bolívar, pero Dolores Capittini, recuerda cómo su vida le dio pausa al campo y tuvo que alejarse de su lugar de pertenencia. Después de todo, ese es el ciclo de un encargado de campo: llegar a la estancia y quizás permanecer toda tu vida o quizás irse más pronto de lo imaginado.


Dolores nació en Mar del Plata y su papá la conoció 15 días después de nacida, cuando la llevaron a ella y su mamá, a la estancia de los Herreras Vegas, cerca de 9 de Julio. Estar lejos de los hospitales implica en el campo trasladarse a las ciudades más cercanas, en estos casos, o viajar a la casa de un familiar, como lo hizo la mamá de Dolores, que dos meses antes de dar a luz se mudó a lo de su hermana.


Con mate de por medio sentadas rodeando la mesa, en la cocina de su casa en Santa Catalina, sintiendo el sol asomarse por el gran ventanal, que deja atrás la amenazante lluvia de la mañana, compartimos su vida, su vivir y sentir el campo. Puede sentirse el aire puro que entraba por la puerta abierta, mezclados con el olor a leña quemada que emana la cocina a leña que recién estaba encendiendo Emiliano Posada, esposo de Dolores.


Envuelta por ese sentir el campo, de a poco empieza a recorrer su vida como mujer rural, volviendo a su infancia de la cual recuerda cosas muy lindas como cuidar animales donde siempre le llevaban alguno para atender. Con mucha nostalgia, con voz tranquila y sus gestos en sintonía, habla de las escuelas rurales, donde hizo casi toda la primaria, hasta sexto grado.Vuelve a 1965, pleno arraigo, donde la gente realmente vivía en el campo y las escuelas eran espacios donde había dos maestros e iban muchos chicos. Y viaja en el tiempo para decirme: - "Yo me acuerdo que los campos no eran tan solitarios como ahora, éramos comunidades, estábamos nosotros que éramos los encargados, estaba el cocinero que le cocinaba al personal y a su familia, el quintero tenía su familia, todos vivíamos en familia. Se juntaban 15 chicos y a veces más era una cosa muy linda. Íbamos todos juntos a caballo a la escuela o en sulky, íbamos en patota."


-En sexto grado mi mamá me pasó a una escuela de pueblo, porque tenía que hacer la secundaria, entonces me metieron a un colegio pupilo, de monjas. Esa fue la destrucción total. Pase de un ambiente tan libre, tan abierto, al otro que era todo lo contrario.


Entre algunas risasconfiesa: - "yo no quiero a las monjitas"-. Pude entenderla y pude sentir que en ese momento su vida hizo un quiebre. Estaba acostumbrada a su libertad en el campo, disfrutar del repiqueteo de la lluvia sobre inmensos charcos, el verde de los árboles en primavera, las hojas volar en otoño y todo se deshizo al entrar al colegio de monjas donde empezó a sufrir claustrofobia a causa del encierro en estas estructuras donde las ventanas eran muy altas para ver hacia afuera y el patio estaba rodeado por amplios paredones de cemento.


Primero pasó por el colegio pupilo de Henderson y luego por el de Bolívar. Cada vez que la dejaban allí se descomponía a causa de la semana de encierro que le esperaba. En su casa no podía decir nada porque lo primordial para la familia eran los estudios. Finalmente, al terminar quinto año se fue a estudiar la carrera de Ingeniero Agrónomo a Azul, allí tres años después descubrió que no era lo suyo y durante el Golpe de Estado de 1976, con muchos cambios, empezó a estudiar un magisterio en psicopedagogía, propuesta que derivó en Asistente Educacional como coletazo de la dictadura. Pero después de todo volvió al campo hasta que su papá se jubiló y falleció: - "Ahí dije bueno se me terminó la historia de vivir en el campo"-.


-"Todo hasta que encontré a Poroto (su esposo) que me volvió a traer al campo, yo creí que no volvía más".


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Dolores define que con mucho sacrificio y voluntad empezaron a acondicionar lo que sería su hogar, señalando hacia afuera recuerda cómo todos los fines de semana llegaban, dejaban su auto a mucha distancia de la casa y entraban abriéndose camino entre los árboles de lo que sería el patio, porque era una tapera. Cuando estaba por llegar Loli, su hija Dolores con quien también compartió su experiencia como mujer rural, recuerda que en una de las casitas que está destruida y rodea a la casa principal, tenían un fogón donde cocinaba, pero con la llegada de su hija acondicionaron la casa que hoy habitan y que con el paso del tiempo fueron levantando.


Ante tantos recuerdos de su vida en el campo, considero que es momento y le preguntó ¿Qué rol cumple la mujer en el campo? Y ella con admiración, recordando el trabajo que hacían las mujeres de su familia en el campo donde tenían la huerta, el jardín, los animales, elaboraban el pan, hacían las tortas, los dulces con las frutas, con firmeza y tranquilidad responde:

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