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INTA presentó números regionales sobre el impacto ambiental de la ganadería

El martes INTA recibió a productores y técnicos para compartir una jornada de intercambio sobre huella de carbono en rodeos de cría del centro y sur de la provincia.

Miguel Viñuales (ZonaCampo) 

El martes 19 de noviembre por la tarde, la agencia local de INTA abrió sus puertas para compartir una jornada de diálogo entre investigadores de la institución, y productores, técnicos y funcionarios locales, donde se presentaron resultados del trabajo denominado "Huella de carbono en sistemas ganaderos modales del centro y sur de la provincia de Buenos Aires".


La jornada, que se desarrolló con el cupo completo previsto, duró alrededor de dos horas en las que se fue abordando la temática ambiental de la producción ganadera desde lo más general, vinculado al fenómeno global del cambio climático, hasta mediciones puntuales de sistemas productivos de la región. Al finalizar, tuvo lugar un nutrido intercambio de ideas entre los anfitriones y el público.


El primero de los expositores fue el Ing. Agr. Sebastián Cambareri, Jefe Laboratorio de Agrometeorología EEA INTA Balcarce, quien de manera clara y dinámica fue presentando cómo viene evolucionando el fenómeno del cambio climático y el calentamiento global basado en causas antropogénicas.


Dentro de este marco, Cambareri demostró que esta circunstancia se ve reflejada, a nivel de la provincia de Buenos Aires y para el mes de octubre de 2019, en una disminución del 20% del régimen de lluvias, que históricamente (1930-2018) debiera rondar los 83mm, pero este año fue de 64mm. También resulta impactante la disminución del acumulado anual enero-octubre, que de 1930 a 2018 resulta en promedio de 711mm, mientras que en 2019 fue de tan solo 552mm.


Volviendo al ámbito global, Cambareri apuntó que el calentamiento no se debe a una mayor irradiación solar natural, sino a la barrera que representan los gases de efecto invernadero que impiden la salida de calor, generando un desbalance que redunda en mayor radiación global neta que se acumula en la atmósfera y queda disponible en forma de energía para eventos extremos.


La posta de Cambareri fue retomada por la Lic. en Biología Claudia Faverin, coordinadora del proyecto, quien se metió de lleno en uno de los aspectos más espinosos del tema climático internacional: el de los intereses económicos y políticos. 


La letra chica

Más allá de la información técnica que acompañó su presentación, podría decirse que Faverín le puso una lupa a la "letra chica" de los acuerdos y modelos internacionales, incluyendo las diversas categorizaciones y acuerdos que se realizan, las simulaciones y presunciones que se aplican a las emisiones de países que no cuentan –o no aportan deliberadamente- datos concretos sobre el tema. En el caso puntual del indicador huella de carbono, explicó la diferencia entre mediciones "de la cuna a la tranquera" y "de la cuna a la tumba", los dos esquemas básicos, que dejan dentro o fuera de los resultados las emisiones de etapas como transporte, industrialización, etc., cambiando así drásticamente los valores.


Por este motivo, entrando en estos detalles enfatizó la importancia de conocer qué es lo que nos muestran y qué no cuando vemos un informe ambiental, la diferencia entre emisiones, balance y huella de carbono por ejemplo, o la que existe entre captura o secuestro, y –por supuesto- porqué se realizan esos sesgos de información en los diferentes modelos que se aplican.


Concluyó proponiendo utilizar el concepto de huella de carbono no solo como un indicador de impacto ambiental, sino también como una oportunidad comercial de competitividad den el mercado, a la vez que remarcó que aunque así lo veamos, como productores hay que tener siempre presente que el enfoque únicamente en las emisiones de gases no dan una versión completa del fenómeno. 


Todo esto dio un marco ideal para la presentación de los resultados concretos del trabajo realizado con datos de sistemas de cría en el sudeste y sudoeste bonaerense. La misma estuvo a cargo de la Ing. Agr. Deysi Ruiz Llontop, oriunda de Perú y actualmente realizando un doctorado en nuestro país.


Los números grandes

El trabajo de Ruiz Llontop consistió en cargar gran cantidad de datos y mediciones en uno de los sistemas validados internacionalmente para calcular huella de carbono (GLEAM-i versión 2.0 y metodología Nivel 2 del IPCC 2006), basándose en el límite "de la cuna a la tranquera" para hacerlo más específico, y tomando tres categorizaciones básicas, en base a la ausencia de tecnificación (Cría1), tecnificación media (Cría2) y alta tecnificación (Cría3) en cuanto a insumos y procesos.


Los números finales arrojaron una huella de carbono mayor cuanto menos tecnificación se aplica en un sistema, con equivalentes en kg de carbono emitidos a la atmósfera por kg de peso vivo de 27,66; 22,02 y 19,51 para la región sudeste, y 28,09; 24,95 y 18,59 para el sudoeste, en los esquemas de Cría 1, 2 y 3 respectivamente. En la investigación también se han obtenido números preliminares respecto de invernada, pero al no ser definitivos, no fueron presentados oficialmente.


¿Mayor tecnificación, menor huella de carbono, menor impacto ambiental? Esto, que parece una conclusión lógica y simple no lo es tanto, especialmente después de haber escuchado las observaciones de Claudia Faverin. En primer lugar, porque las mediciones no incluyen la etapa de la "tranquera a la tumba", ni se tiene en cuenta –en el indicador de huella de carbono- la captura o secuestro realizada por los pastizales naturales utilizados en Cría1 (de estar saludables, por supuesto) ni mucho menos la huella de carbono de la producción de grano para la dieta que – en Cría3- genera menor fermentación entérica pero altísimas emisiones previas y fuera del esquema de cría, en la etapa agrícola donde se utilizan fertilizantes nitrogenados y combustibles fósiles que emiten gases de efecto invernadero mucho más potente que el metano entérico.



Lo que se viene

El tema ambiental y qué se puede hacer para mitigar los problemas representa un gran desafío al que nos enfrentamos todos. Como sociedad, con el deber de informarnos para comprender adecuadamente lo que nos muestran, educarnos y educar debidamente para exigir dentro de los límites que muestran las investigaciones confiables. Respecto de los profesionales de este equipo de trabajo y otros similares, en el caso concreto de la ganadería, tienen frente a sí el objetivo de evaluar potenciales estrategias de mitigación de emisiones por kg de carne producida, su costo relativo, y recomendar alternativas a los sistemas actuales.


Eso fue, palabras más, palabras menos, lo que expresó en el cierre de la jornada el Ing. Agr. Paulo Recavarren, que reconoció ante los asistentes que el tema del impacto ambiental está en cartera de proyectos desde hace muchos años, y que los resultados presentados eran algo largamente esperado, puesto que –al menos desde su fuero personal- representaba una "cuenta pendiente" a la hora de saber cuál era el impacto ambiental real y concreto de tantas recomendaciones de eficientizar procesos, incorporar tecnologías y todas las recomendaciones realizadas a los productores.


En este sentido, el trabajo representa verdadera información concreta elaborada y no una mera suma de datos, que permitirán trabajar en pos de afrontar el desafío aludido más arriba. Respecto de las recomendaciones, Recavarren nos honró citando, al final de su presentación, un párrafo de una nota publicada por este medio hace algunas semanas, en el cual se planteó como una posible conclusión "no tan agradable de leer o asumir: el principal problema de la ganadería y su rol en el impacto ambiental pasa por la ineficiencia, tanto en términos productivos como de sustentabilidad".


La jornada concluyó cerca de las 21 con un nutrido intercambio de consultas y propuestas entre los técnicos anfitriones y el público asistente.


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La jornada, que se desarrolló con el cupo completo previsto, duró alrededor de dos horas en las que se fue abordando la temática ambiental de la producción ganadera desde lo más general, vinculado al fenómeno global del cambio climático, hasta mediciones puntuales de sistemas productivos de la región. Al finalizar, tuvo lugar un nutrido intercambio de ideas entre los anfitriones y el público.


El primero de los expositores fue el Ing. Agr. Sebastián Cambareri, Jefe Laboratorio de Agrometeorología EEA INTA Balcarce, quien de manera clara y dinámica fue presentando cómo viene evolucionando el fenómeno del cambio climático y el calentamiento global basado en causas antropogénicas.


Dentro de este marco, Cambareri demostró que esta circunstancia se ve reflejada, a nivel de la provincia de Buenos Aires y para el mes de octubre de 2019, en una disminución del 20% del régimen de lluvias, que históricamente (1930-2018) debiera rondar los 83mm, pero este año fue de 64mm. También resulta impactante la disminución del acumulado anual enero-octubre, que de 1930 a 2018 resulta en promedio de 711mm, mientras que en 2019 fue de tan solo 552mm.


Volviendo al ámbito global, Cambareri apuntó que el calentamiento no se debe a una mayor irradiación solar natural, sino a la barrera que representan los gases de efecto invernadero que impiden la salida de calor, generando un desbalance que redunda en mayor radiación global neta que se acumula en la atmósfera y queda disponible en forma de energía para eventos extremos.


La posta de Cambareri fue retomada por la Lic. en Biología Claudia Faverin, coordinadora del proyecto, quien se metió de lleno en uno de los aspectos más espinosos del tema climático internacional: el de los intereses económicos y políticos. 


La letra chica

Más allá de la información técnica que acompañó su presentación, podría decirse que Faverín le puso una lupa a la "letra chica" de los acuerdos y modelos internacionales, incluyendo las diversas categorizaciones y acuerdos que se realizan, las simulaciones y presunciones que se aplican a las emisiones de países que no cuentan –o no aportan deliberadamente- datos concretos sobre el tema. En el caso puntual del indicador huella de carbono, explicó la diferencia entre mediciones "de la cuna a la tranquera" y "de la cuna a la tumba", los dos esquemas básicos, que dejan dentro o fuera de los resultados las emisiones de etapas como transporte, industrialización, etc., cambiando así drásticamente los valores.


Por este motivo, entrando en estos detalles enfatizó la importancia de conocer qué es lo que nos muestran y qué no cuando vemos un informe ambiental, la diferencia entre emisiones, balance y huella de carbono por ejemplo, o la que existe entre captura o secuestro, y –por supuesto- porqué se realizan esos sesgos de información en los diferentes modelos que se aplican.


Concluyó proponiendo utilizar el concepto de huella de carbono no solo como un indicador de impacto ambiental, sino también como una oportunidad comercial de competitividad den el mercado, a la vez que remarcó que aunque así lo veamos, como productores hay que tener siempre presente que el enfoque únicamente en las emisiones de gases no dan una versión completa del fenómeno. 


Todo esto dio un marco ideal para la presentación de los resultados concretos del trabajo realizado con datos de sistemas de cría en el sudeste y sudoeste bonaerense. La misma estuvo a cargo de la Ing. Agr. Deysi Ruiz Llontop, oriunda de Perú y actualmente realizando un doctorado en nuestro país.


Los números grandes

El trabajo de Ruiz Llontop consistió en cargar gran cantidad de datos y mediciones en uno de los sistemas validados internacionalmente para calcular huella de carbono (GLEAM-i versión 2.0 y metodología Nivel 2 del IPCC 2006), basándose en el límite "de la cuna a la tranquera" para hacerlo más específico, y tomando tres categorizaciones básicas, en base a la ausencia de tecnificación (Cría1), tecnificación media (Cría2) y alta tecnificación (Cría3) en cuanto a insumos y procesos.


Los números finales arrojaron una huella de carbono mayor cuanto menos tecnificación se aplica en un sistema, con equivalentes en kg de carbono emitidos a la atmósfera por kg de peso vivo de 27,66; 22,02 y 19,51 para la región sudeste, y 28,09; 24,95 y 18,59 para el sudoeste, en los esquemas de Cría 1, 2 y 3 respectivamente. En la investigación también se han obtenido números preliminares respecto de invernada, pero al no ser definitivos, no fueron presentados oficialmente.


¿Mayor tecnificación, menor huella de carbono, menor impacto ambiental? Esto, que parece una conclusión lógica y simple no lo es tanto, especialmente después de haber escuchado las observaciones de Claudia Faverin. En primer lugar, porque las mediciones no incluyen la etapa de la "tranquera a la tumba", ni se tiene en cuenta –en el indicador de huella de carbono- la captura o secuestro realizada por los pastizales naturales utilizados en Cría1 (de estar saludables, por supuesto) ni mucho menos la huella de carbono de la producción de grano para la dieta que – en Cría3- genera menor fermentación entérica pero altísimas emisiones previas y fuera del esquema de cría, en la etapa agrícola donde se utilizan fertilizantes nitrogenados y combustibles fósiles que emiten gases de efecto invernadero mucho más potente que el metano entérico.



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Eso fue, palabras más, palabras menos, lo que expresó en el cierre de la jornada el Ing. Agr. Paulo Recavarren, que reconoció ante los asistentes que el tema del impacto ambiental está en cartera de proyectos desde hace muchos años, y que los resultados presentados eran algo largamente esperado, puesto que –al menos desde su fuero personal- representaba una "cuenta pendiente" a la hora de saber cuál era el impacto ambiental real y concreto de tantas recomendaciones de eficientizar procesos, incorporar tecnologías y todas las recomendaciones realizadas a los productores.


En este sentido, el trabajo representa verdadera información concreta elaborada y no una mera suma de datos, que permitirán trabajar en pos de afrontar el desafío aludido más arriba. Respecto de las recomendaciones, Recavarren nos honró citando, al final de su presentación, un párrafo de una nota publicada por este medio hace algunas semanas, en el cual se planteó como una posible conclusión "no tan agradable de leer o asumir: el principal problema de la ganadería y su rol en el impacto ambiental pasa por la ineficiencia, tanto en términos productivos como de sustentabilidad".


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